¿De qué podrían hablar Hamsun, Kubin y Kafka?

Franz Kafka, Alfred Kubin, Knut Hamsun, Albert Langen

¿De qué podrían hablar Hamsun, Kubin y Kafka?

Basta leer los Diarios y las Cartas de Kafka para hacerse una idea de que era un catálogo de enfermedades y dolencias andante, al parecer muchas de ellas imaginarias. Kafka medía 1,88 metros y pesaba 61 kilos. Un cuerpo que cuidaba nadando regularmente, con una dieta vegetariana, largos paseos, y una tabla de ejercicios recomendados por el danés Jean Peters Mueller, que consistía en darse baños en agua fría y hacer gimnasia frente a una ventana abierta, al margen del frío y del calor. Y por supuesto, nada de alcohol, ni tabaco, café, té…  O eso le cuenta, al menos, a Felice. Y con todo leemos en sus Diarios: «Estoy francamente desesperado por mi cuerpo y por el porvenir que le espera.» Una constante en estos escritos personales que inició en 1911, cuando contaba con 28 años.

Pero centrémonos en la pregunta de este artículo. Se trata de un breve texto que escribe en su diario en relación con dos personajes familiares para el lector de hoy, el ilustrador Alfred Kubin, retratado líneas arriba, y el novelista Knut Hamsun, caricaturizado a renglón seguido...

... y en relación con un tema recurrente en sus escritos, la digestión, y en particular el estreñimiento.

Así, concretamente el 26 de septiembre de 1911, leemos lo siguiente: 

«El dibujante Kubin recomienda como laxante "Regulin", un alga en polvo que se hincha en el intestino y lo hace vibrar, es decir, actúa de manera mecánica, a diferencia del malsano método químico que emplean otros laxantes, los cuales lo único que hacen es desgarrar los excrementos, y dejarlos colgando de las paredes intestinales.

»Kubin coincidió con Hamsun en casa de Langen. Se ríe irónicamente sin motivo. Durante la conversación, sin que nadie le interrumpiera, colocó el pie sobre la rodilla, tomó de la mesa unas grandes tijeras para papel y se recortó en redondo los flecos del pantalón. Viste astrosamente, con algún detalle un poco más cuidado, como por ejemplo la corbata...».

De todos los nombres que aquí se mencionan, nos llama la atención el de Albert Langen, a quien no conocíamos. Y sin embargo: editor alemán al que Kafka admiraba, que fundó su propia editorial en 1894 para publicar la traducción alemana de Misterio, de Knut Hamsun, después de que la novela fuera rechazada por la conocida editorial S. Fischer Verlag. Tras Hamsun, llegaron Wedekind, Ibsen y Heine. Y la revista satírica Simplicissimus, fundada en 1896, donde colaboraron Hermann Hesse, Robert Walser, Hofmannsthal, Thomas Mann, Kubin, George Grosz. La revista sobrevivió a Langen, que murió el 30 de abril de 1909, dos años antes de la fecha del anterior pasaje del diario de Kafka que termina así:

«Oyendo sus muchas historias puede uno olvidarse de lo que vale Kubin. De repente lo recuerdas y te horrorizas [...] Durante toda la noche habló a menudo, y a mi parecer con gran seriedad, de mi estreñimiento y el suyo. Hacia la medianoche, al dejar yo mi mano colgando al borde de la mesa, vio una parte de mi brazo y gritó: «¡Pero si está usted realmente enfermo!» A partir de ese momento me trató con mucha más deferencia [...]
Cuando ya nos habíamos despedido, aún me gritó desde lejos: “¡Regulin!”».

[Fuente:  Franz Kafka, Obra completa, vol. II, Diarios. Carta al padre, p. 63, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2001. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.]