¿Sueñan los escritores con ovejas eléctricas? /1
¿Sueñan los escritores con ovejas eléctricas? /1
Si hubiera un bar al fondo del mar, como sugería Stefano Benni, allí estarían ahora mismo todos los que aquí hablan, Borges, Wittgenstein, Perec, Yeats... y todos los que callan, pero cuya presencia intuimos entre el humo de los cigarrillos. Porque en ese bar del fondo del mar estaría permitido fumar.
Cuando decidimos publicar Un mundo propio, el diario de sueños de Graham Greene, que él mismo editó en el hospital poco antes de fallecer en 1991, empezamos a explorar el mundo de los sueños. Los propios y los ajenos. Y según fuimos leyendo y rastreando pistas, nos dimos cuenta de la cantidad de ensayos publicados que reflexionan sobre los sueños y de la cantidad de filósofos que han discurrido sobre el acto de soñar y de la infinidad de escritores que dieron cuenta por escrito de su agitada vida onírica.
Dividiremos esta entrada en dos partes. La primera gira entorno a una conversación de escritores y filósofos -¿un diálogo soñado?-, que hemos convocado para que discurran sobre la naturaleza de los sueños y su trascendencia. La segunda, que pubicaremos próximamente, reunirá una variada colección de sueños de autores muy dispares, tanto clásicos como contemporáneos, pero que coincidieron en articular y anotar durante años cada una de las historias que imaginaron mientras dormían.
La imagen que encabeza este texto es una fotografía soñada de Erwin Blumenfeld, Sleeping face of Marua Motherwel, de 1944. La que vemos justo encima de estas líneas pertenece a un dibujo que Odile Redon soñó en 1878, El guardián de los espíritus del agua. Y la que viene a continuación es de nuestro admirado, y gran soñador, Georgio de Chirico. Que tengan lindos sueños.
William B. Yeats: En los sueños comienza la responsabilidad.
Victor Hugo: O nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir.
Fogwill: Ser viejo es haber empezado a respetar los sueños.
Francisco Ferrer Lerín: A medida que voy envejeciendo, considero los sueños como formantes de una eternidad; el segundo mundo que vamos habitando.
Wittgenstein: Piénsese en lo enigmático que es un sueño. Un enigma así no debe tener solución. Nos intriga. Es como si aquí hubiera un enigma…
Walter Benjamin: Los sueños son un camino directo a lo banal.
Buckhardt Lindner: Sin embargo, Benjamin, no dejó nunca de soñar, anotar lo sueños importantes y reflexionar sobre ellos. ¿Por qué?
Theodor W. Adorno: El sueño es negro como la muerte.
Wittgenstein: ¿Por qué debería el sueño ser más misterioso que una mesa? ¿Por qué no deben ser ambas cosas igual de enigmáticas?
Lichtenberg: Toda nuestra historia es únicamente la de los hombres despiertos; nadie hasta ahora ha pensado en la historia de los hombres que duermen.
Georges Perec: Yo sí. En la de un hombre que duerme.
Jacobo Siruela: Pero la historia de los sueños nunca ha sido escrita.
Steiner: Existen grandes poetas del universo del sueño como Shakespeare o Proust. En Oblomov de Goncharov descubrimos el esbozo de una sociología satírica del sueño. Pero todavía no encontramos verdaderos historiadores de este estado, que sin embargo engloba no menos de la tercera parte de la existencia del ser humano.
Alain: A fin de cuentas, no existe otra descripción de un sueño que la hecha por el hombre que despierta.
Fogwill: A veces pienso –y es como un sueño ese pensar– que si realmente uno tomase con toda seriedad el propósito de recordar lso sueños y se aplicase a ello y se esforzase, podría llegar a recordarlo todos. Es decir, recordaría incluso los que fueron olvidados. Pero venimos hechos de una materia incapaz de esforzarse mucho y muy poco propensa a tomarse alguna cosa con seriedad.
Jacobo: George Steiner, por ejemplo, asume en un artículo –recogido en Pasión intacta– que los sueños «se convierten en materia de la historia».
Benjamin: Porque soñar participa de la historia.
Jacobo: Steiner enumera varios casos que fueron tratados en su momento como sucesos históricos dignos de todo crédito.
Steiner: Los sueños de los faraones, el sueño de Almílcar, el de Escipión, los numerosos sueños que relata Plutarco en sus Vidas…
Jacobo: Los de los astrólogos de las cortes medievales y renacentistas…
Steiner: El sueño es un documento capital.
Bloch: Es más, los sueños nocturnos y diurnos imprimen a la historia un movimiento hacia la esperanza.
Steiner: Nuestro conocimiento de los sueños y de su mecanismo y la materia que constituye la historia de los sueños humanos son absolutamente inseparables de un modo de expresión, de un «medium» lingüístico.
Benjamin: Pero el lenguaje del sueño no está en las palabras, sino bajo ellas.
Steiner: Ya, pero quien ha vivido cerca de animales, con su gato y su perro, saben que sueñan… Entonces, ¿qué podemos decir de esos sueños anteriores al lenguaje?
Perec: Todo el mundo tiene sueños. Algunos se acuerdan de ellos, muchos menos lo cuentan, y muy poco los transcriben. ¿Por qué transcribirlos, además, si sabemos que lo único que haremos será traicionarlos (y sin duda nos traicionaremos al mismo tiempo)?
Borges: No se escribe el sueño, sino la memoria de los sueños… Me pregunto, si la memoria no es también un sueño…
Jacobo: Cada vez hay menos personas que los recuerdan, como si se estuviera atrofiando nuestra capacidad de memorizarlos por la falta de conexión con lo onírico.
Franz Kafka: No puedo dormir. No hago más que soñar, no dormir... Hoy, al despertar, resistiéndome contra mí mismo, he tratado de olvidar los sueños con todas mis fuerzas, pues hay en ellos verdades terribles, molestas, de una claridad cegadora...
Synesios de Cirene: Si los sueños predicen el futuro… los sueños serán a la vez verdaderos y oscuros y la verdad residirá en su oscuridad.
Steiner: En psicoanálisis, por el contrario, los sueños no se alimentan de profecías, sino de recuerdos. La dinámica de su opacidad no proviene de lo desconocido, sino de lo rechazado. ¿Cuándo esta reorientación ha tenido lugar? ¿Y por qué?
Freud: Por mi parte, desde que inicié el estudio del inconsciente, me encontré a mí mismo muy interesante.
Fogwill: Si uno quisiera recordar los sueños, podría anotarlos al despertar y ejercitarse en aprender a despertar en el momento justo de haberlos soñado: abrir esa ventana.
Adorno: Yo, todos los sueños los anoté nada más despertar y para la publicación sólo he corregido los errores lingüísticos evidentes.
Inca Martí: Puse en práctica una forma de recordar mejor los sueños, que consiste, nada más despertar -sin mover ni un pelo del cuerpo- en concentrarme (con los ojos cerrados) en tirar del hilo sutil de la mente hasta que acude el recuerdo del sueño.
Borges: Cada mañana, cuando despierto, recuerdo sueños y los grabo o los escribo. A veces me pregunto si estoy dormido o si estoy soñando. ¿Estoy soñando ahora? ¿Quién puede saberlo?
Perec: Creía que anotaba los sueños que tenía: me di cuenta de que, muy pronto, solamente soñaba para escribir mis sueños.
Benjamin: Una tradición popular desaconseja relatar los sueños por la mañana, en ayunas. De hecho, quien acaba de despertarse sigue aún, en ese estado, bajo el hechizo del sueño.
Yvonne Cloetta: Una vez le dije a Graham Greene cuánto me asombraba la claridad con que recordaba sus sueños, la minuciosidad de los detalles que conseguía retener.
Graham Greene: Recordar un sueño de principio a fin es un pasatiempo que puede producir la ilusión de catapultarte a un mundo distinto.
Yvonne: Graham siempre dejaba a mano papel y lápiz en la mesilla de noche para apuntar, nada más despertarse de un sueño, como solía ocurrirle cuatro o cinco veces por noche, las palabras clave que lo ayudarían a reconstruirlo. Luego lo transcribía.
Fogwill: Y tal vez los sueños sean una obra.
Greene: En cierto modo se trata de una autobiografía.
Fogwill: Obra del sueño u obra del dueño, siempre será más original que cualquier intento de ficción. Cualquiera –y a mí me ha sucedido– puede volver a escribir o reescribir la obra de otro, pero nadie podrá resoñar tus sueños ni soñar los tuyos con tu propio estilo de soñar, o de escuchar tus sueños
Greene: Es un consuelo saber que existe un mundo que nos es estrictamente propio… No hay ningún testigo. Ningún pleito de difamación. Los personajes con los que me encuentro allí no recuerdan haberme conocido, ningún periodista o aspirante a biógrafo puede contrastar mi versión con la de otro. He hablado con Jrushchov en una cena; los Servicios Secretos me enviaron a asesinar a Goebbles. No miento. Y aún así, de todos los testigos que compartieron conmigo esas escenas, no hay uno solo que pueda alegar con conocimiento de causa que lo que digo no es verdad.
Freud: En conclusión, cualquiera que despierto se comportase como lo hiciera en sueños sería tomado por loco...
Borges: Lo asombroso es el hecho de que cada mañana nos despertemos cuerdos o relativamente cuerdos, digamos, después de haber pasado por esa zona de sombra, por esos laberintos de los sueños.
Philip K. Dick: Entonces... ¿sueñan los (escritores) androides con ovejas eléctricas?
[Pronto saldremos de dudas.]