Aprender para nada

Aprender para nada

«Un pedagogo hubo; se llamaba Herodes», dice Machado que dijo Juan de Mairena en un momento de mal humor…

Es viernes. Con las clases recién empezadas –las guarderías, los colegios, los institutos, las universidades a pleno rendimiento–, dos de nuestros autores favoritos, Rodrigo García y Angélica Liddell, desde la distancia, nos ofrecen su particular punto de vista de la educación, con ese buen humor que les caracteriza…

 

 

RODRIGO:

La gente tiene a los hijos como motivo de alegría

Hijos en edad escolar

Hay que llevarlos en el coche

al colegio a las siete

Hay que preparar el desayuno

en la cocina

a las seis

Hay que poner el despertador

a las cinco y media

Es una tortura

pero es hermoso

Los hijos son una alegría

[…]

Lo llevo al bar

Pobre infeliz

A las siete

El único bar abierto a esas horas

Le pido un vermouth y aceitunas

Para que pueda ir a la escuela

Para que pueda entrar a clase

Y mezclarse con esas pobres criaturas

Mi hijo no es una pobre criatura

Niños soportando gente como usted

–Le digo a la directora–

Soportando a esos profesores esos bedeles esos porteros esos subdirectores

Le pido más aceitunas

Aceitunas negras

Aceitunas verdes

Le pido otro vermouth

Una copa de anís

Anís con hielo

Quisiera que no fuera a la escuela

Pero no puedo

No puedo no llevarlo a la escuela

Así son las leyes

Entonces tengo que llevarlo

Al bar

Emborracharlo

Le anulo el cerebro al niño

Después lo llevo a la escuela

La educación de los niños es demencial

Y los padres los dejan

Los abandonan en las escuelas

Lo voy a buscar a la salida del colegio

Me mira y se ríe

¿Cómo voy a dejar al niño sobrio en el colegio?

Es un peligro

En manos de gente como usted

[…]

A gente como usted le dejo el niño

unas horas

Unas horas y totalmente borracho

No me queda más remedio

Háblele al niño

El niño no le escucha

El niño saca buenas notas

pero el niño no le escucha...

ANGÉLICA:

Yo copularé con todos mis hijos para convertirlos en hom­bres débiles.

Daré inicio de este modo a una estirpe de incapaces.

Ninguno de ellos ejercerá más violencia que la que se emplea para respirar.

La guerra tiene lugar para oponerse a la muerte.

Con mi incesto doy el primer paso para oponerme a la fuerza.

Mis hijos y yo asombraremos al mundo con nuestro exceso.

Porque el aprendizaje no puede existir sin asombro. Hubo un tiempo en que los humanos eran despedaza­dos por los tigres.

Y engullidos por los tiburones.

Y no hacían falta las sepulturas.

Yo acabaré con los hombres fuertes sin cavar ni una sola fosa.

Simplemente desobedeciendo.

Ofreceré resistencia armada con mi sexo.

Desobedeceré.

Mi lanzamiento de bombas ofensivas.

Mi mano en el Mauser.

Mis hijos amados, mi Mauser.

Después de salir cada noche de mi cuerpo

mis hijos asombrarán al mundo de los hombres fuertes.

Con su inconmensurable bondad,

con su inconmensurable anemia,

con su inconmensurable pereza,

haré de la insignificancia un valor.

Mis hijos serán hombres buenos que no sirvan para nada.

Mis hijos serán hombres buenos que no sirvan para nada.

Mis hijos serán hombres buenos que no sirvan para nada.

Y de ese modo, vosotros, hombres fuertes

tan ansiosos de reglas y disciplina,

gordos de mentiras y promesas incumplidas,

apestados por la ambición,

ventosas arrogantes.

Vosotros,

que cuanto más culpables sois más defendéis vuestra ino­cencia.

Vosotros,

que cuanto más atormentáis a aquellas que sabéis que os aman

más defendéis vuestra inocencia.

Vosotros,

que cuanto más crueles y sucios sois más defendéis vues­tra inocencia.

Vosotros,

que cuanto más pedís y menos dais más defendéis vues­tra puerca inocencia.

Vosotros, hombres,

que seríais capaces de prenderle fuego a una de vuestras

víctimas ya carbonizadas

y seguir defendiendo vuestra puta inocencia.

Vosotros,

cerdos egoístas de dientes blancos,

seréis vencidos por unos niños apáticos y temblorosos.

Y todo el dolor que habéis causado

os será devuelto con la rabia de una tormenta.

Defenderé mi incesto con mi aflicción.

Cuanto más frágiles sean mis hijos después de cada cópula

más bellas serán las descripciones de los paisajes.

Cuanto más atormentadas estén nuestras carnes,

más bellas serán las descripciones de los paisajes.

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Rodrigo García, «Notas de cocina», Cenizas escogidas (1986-2009)

Angélica Liddell, La casa de la fuerza