DIARIO DE 1926: «Todo un paseo y una fiesta walseriana», por Lucas Martín

25.11.2013

DIARIO DE 1926: «Todo un paseo y una fiesta walseriana», por Lucas Martín

Publicado en La Opinión de Málaga

El escritor y crítico Lucas Martín nos regala esta reseña de Diario de 1926,  publicada el pasado sábado en el suplemento cultural «Libros» de La Opinión de Málaga. En apariencia un libro pequeño por fuera, pero enorme por dentro, que está dando mucho que hablar. Tal vez porque como escribe Martín sobre Walser: «Pocos frente a la nieve; pocos tan irrepetibles».

La imagen es un dibujo de Kark Walser; bien podría ser un retrato de su hermano de espaldas, durante una de sus largas caminatas. Tal vez, leer un libro de Walser sea la mejor forma de acompañarlo. Feliz paseo.  

 

DE PASEO HACIA LOS ABISMOS 

La Uña Rota recupera Diario de 1926 con la traducción de Juan de Sola, una auténtica suite de la literatura y el pensamiento del escritor suizo RobertWalser, figura capital, hipnótica e irrepetible

por LUCAS MARTÍN, La Opinión de Málaga

Sábado, 23 De noviembre de 2013

De Robert Walser, escritor de culto donde los haya, con todas las implicaciones sociológicas y casi divinas que eso comporta, se recuerda a menudo su muerte sobre la nieve, a pocos metros del sanatorio de Herisau, donde había ingresado, tras chapotear en múltiples infiernos, pocos meses antes. Su cuerpo precedido por una aurora negra de pasos, significante y significado de un espíritu que era más que nunca, frente a la inminencia de la desaparición, lo que había sido en vida: una variación mínima y paradójicamente gloriosa sobre la nada.

En eso no hubo quien lo ganara, ni siquiera Kafka, más pendiente de sus retortijones y las canalladas de la lógica; nadie como Walser para personificar la batalla de guante fino de la negación y el vacío, con su pátina soleada de autoconciencia y exploración de excursionista desprovisto de prejuicios y casi de otro ruido que no fuera el de su propia cabeza y de la experiencia liberada de estar vivo.

Todo lo que fue Walser y la literatura de Walser, su soledad, su paso alegre y al mismo tiempo tímido y entumecido, se encuentra en formato mínimo en la suite que ahora presenta, en traducción de Juan de Sola, la editorial La uña Rota; un texto escrito por el autor en el reverso de un calendario justo en la época que precedió al escándalo de la grafomanía, cuando Walser, al igual que Hölderlin en sus últimos días, se entregó al garabato de trazo ligero, con monstruos literarios a menudo tan fascinantes como difíciles de calibrar en sus intenciones. Walser escribió algunas delas novelas más influyentes y fascinantes de su tiempo –Los hermanos Tanner, Jacob von Gunten– y poco tiempo antes de entregarse a su proverbial mutismo, que se prolongó hasta su muerte, dejó, entre otros, esta pequeña demo en la que se desnuda muchas de sus preocupaciones. El Diario de 1926 de Walser, todo un paseo y una fiesta walseriana, mantiene su sentido ultramoderno de la literatura como fluido, al margen de la convención de los géneros y con una honestidad rabiosa en la que la cárcel del yo, del uno mismo, se alterna con la cárcel del lenguaje para taponar toda válvula de escape.

En el texto, como en la vida, el escritor suizo sale al mundo con ganas de jugar entre las buganvillas y dejarse sorprender por las sensaciones, observando a lo grande, como recomendaban los flaneurs y el mismísimo Schopenhauer, aunque, como siempre, regresa escaldado, sin poder salir del ciclo de reflexión sobre la vida y la escritura y otra vez la escritura y la vida; para él siempre tan felices como melancólicas. Al contrario que el resto de vacas sagradas de la literatura, Walser se sentía secretamente parlanchín y al mismo tiempo invisible y eso robustece su legado al tiempo que lo dota de una gracia autoparódica realmente contemporánea.

En este libro llega, incluso, a sus máximos niveles de autoescarnio poniendo la rodilla entre los párrafos para seducir a una mujer casi con pinta de sombra. El escritor y la vida en Walser como un saltamontes con cuerpo de río, mecido sabiéndose mecido entre el fango y con orejas de soplillo. Pocos frente a la nieve, pocos tan irrepetibles.