El 'Estado de la Nación' española / "Mierda bonita" de Pablo Gisbert

13.05.2016

El 'Estado de la Nación' española / "Mierda bonita" de Pablo Gisbert

Publicado en El Boomern(g)

Patricio Pron en El Boomeran(g)

Una de las contradicciones más llamativas de la literatura española contemporánea (al menos vista desde aquí, desde la extranjería en su interior) es que la pretensión de sus autores de romper con determinadas instituciones políticas y culturales surgidas de lo que es denominado consuetudinariamente "La Transición" es vehiculizada por esas mismas instituciones y llevada a cabo sin poner en cuestión los valores y los hábitos que las determinan en mayor medida; en ese sentido, y con la posible excepción de Rafael Chirbes (quien escribió deliberadamente desde los márgenes, no sólo los geográficos), la mayor parte de los autores que cuestionan los vínculos entre lo político y lo literario tal como éstos han sido comprendidos en España en las últimas décadas lo hacen desde los periódicos y las editoriales mayoritarios que fijaron esa comprensión y se beneficiaron de ella, desde una posición de superioridad moral de la literatura que no presenta ninguna variación en los últimos ochenta o noventa años, sin cuestionar la autoridad y la propiedad de los textos, abundando en la posición del autor pontífice que sube periódicamente a un púlpito por completo imaginario para arrojar migajas de verdad y sabiduría a una masa anónima y supuestamente hambrienta de ellas, con la pretensión de hacer a unos vínculos que (desde el punto de vista materialista-histórico desde el cual, inevitablemente, un lector como el que escribe esto piensa esos vínculos) no descansan en visiones morales sino en las condiciones económicas que los producen: como si los autores que cuestionan la Transición española hubiesen aprendido de y perseverasen en la naturaleza de ese proceso tan particular, que fue el tránsito de lo mismo a lo mismo.
 
 
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Naturalmente, esto no tiene ninguna importancia. (Es decir, tiene una importancia relativa en España y carece por completo fuera de ella, donde la mayor parte de los lectores ni siquiera puede decir en qué siglo transcurrió la celebérrima Transición.) Pero viene a la mente cuando, de forma inesperada, el lector tropieza con un texto que sí pone en cuestión los valores y las instituciones políticas y culturales de dicho proceso y lo hace sin atribuirse ninguna superioridad moral, como sucede en la obra de Pablo Gisbert.
 
A esa obra, publicada ahora por La Uña Rota bajo el título de Mierda bonita, se le pueden atribuir varios méritos que hacen a ese cuestionamiento: su producción para un colectivo (que contrasta con el culto al autor y a la visión individualista de la producción literaria de las últimas décadas no sólo en España: la mayor parte de estas piezas ha sido escrita para la compañía teatral El Conde de Torrefiel), su puesta en entredicho a la noción de autoridad en y sobre el texto, su producción en los márgenes reales (y no imaginarios) del sistema literario, su cuestionamiento de las convenciones de dicho sistema (que lleva incluso a que, para quien no las ha visto nunca, resulte difícil imaginar cuál es la dramaturgia de estos textos; es decir, cómo funcionan en un escenario), el carácter disruptivo de sus títulos; finalmente (y más importante todavía), la forma en que estos textos resuelven la que es la principal disyuntiva de toda literatura que pretende abordar asuntos políticos y sociales: la presentación de casos individuales (que soslaya la naturaleza colectiva de dichos asuntos) o la presentación de estadísticas, que impide comprender las tragedias personales que se ocultan detrás de ellas.
 
Pablo Gisbert (Ontinyent, 1982) resuelve esta disyuntiva mediante la alternancia de los narradores y la acumulación; poco importa que esos narradores hablen todos de la misma manera, de una forma que desafía la verosimilitud: en ello parece haber un cuestionamiento de las convenciones del realismo teatral que casa bien con la acumulación deliberada de anécdotas y personajes en las piezas: un joven que viaja a Berlín para ser penetrado por hombres anónimos, uno cuya madre muere mientras él está en una discoteca, una perra que asiste al ridículo de su dueño, un espectador teatral inusualmente honesto que dialoga con un dramaturgo tras una representación teatral, un joven inmovilizado en un hospital, dos amigas que recorren ARCO, Spencer Tunick haciendo fotos en el "Denkmal für die ermordeten Juden Europas" de Berlín, una madre obsesionada con el porno, Michel Houellebecq con una prostituta marroquí, desempleados griegos, Paul B. Preciado asistiendo a un espectáculo erótico, ancianos noruegos pasando sus vacaciones en Lanzarote, Blixa Bargeld pensando en la realidad en una cafetería de Florencia, dos amigas que conversan con heavys en una playa, una travestí brasileña que entabla una relación muy particular con el matrimonio barcelonés que la contrata, una chica que sólo se acuesta con jóvenes negros del barrio madrileño de Lavapiés, uno obsesionado con introducirse objetos por el ano, etcétera.
 
Si la enumeración es irritante, la lectura no lo es. En Mierda bonita, la acumulación de personajes y situaciones no está puesta al servicio del entretenimiento del lector o de su irritación, sino de la constatación de un estado de cosas, un cierto "Estado de la Nación" (no sólo española, pero principalmente española) que, entre otras cosas, pone de manifiesto que la así denominada Transición y sus instituciones pueden haber pacificado el país, pero no han dotado de ninguna herramienta a los españoles (en particular a los más jóvenes) para constituirse en ciudadanos.
 
En ese sentido, ninguno de los personajes de estas piezas se encuentra en situación de producir sentido de las situaciones que vive, ni uno solo de ellos logra comprender lo que le sucede ni transformarlo porque están cansados y tienen miedo ("en el momento en que existe una persona que vende su vida a 5,50 la hora, / existirán los locos. / Que sepas que esa persona, / esa gente, / se está volviendo loca. / Está completamente destrozada. / Y, por supuesto, / ten miedo / porque pueden hacerte cualquier cosa", 103); si en ello hay una tragedia nacional, también hay una demostración del magnífico funcionamiento de unas instituciones que muy pocos autores españoles contemporáneos cuestionan de forma eficaz. Es lo que hace Pablo Gisbert, cuya obra se suma a la de otros tres dramaturgos notables publicados por La Uña Rota: Angélica Liddell, Juan Mayorga y Rodrigo García.
 
 
Pablo Gisbert
Mierda bonita
Segovia: La Uña Rota, 2016