La próstata es literaria
La próstata es literaria
En 1992 se publicó, de manera póstuma, Ebrio de enfermedad, de Anatole Broyard, que lleva unas semanas en nuestras librerías gracias al sello Ediciones de la Uña Rota (con los nombres de las pequeñas editoriales ocurre como con los grupos musicales de los años ochenta: la inflación creativa no tiene límites). Pese a ser crítico literario, Broyard consiguió acumular un prestigio basado en la honestidad, el rigor, un gusto poco sectario y una biografía que contenía todos los estados de la materia libresca: lector precoz y entusiasta, hombre de acción, librero en Nueva York, escritor de narrativa breve, publicista ocasional y figura influyente de la crítica norteamericana.
Ebrio de enfermedad recopila los textos, desgraciadamente inacabados, que Broyard empezó a escribir poco después de que le fuera diagnosticado el cáncer de próstata que lo acabó matando. Ya sé que, de entrada, otro libro sobre enfermedades y cánceres puede intimidar a los lectores más aprensivos. En este, sin embargo, no encontrarán ni falsas redenciones, ni sentimentalismo morboso, ni erudición médica, ni arrebatos new age, ni narcisismo victimista.
Aquí el enfermo encuentra en la reflexión sobre su propia experiencia y en la disciplina de contarla por escrito un recurso terapéutico que convierte la literatura en un elemento crucial del tratamiento. La primera consecuencia se transmite al estilo, directo (sin ser gregario), culto (sin ser pedante) y vital. Dos muestras: "Mi urólogo, que es bastante famoso, quiso amputarme los testículos, pero yo entendí que eso sería lo mismo que perder la batalla nada más comenzarla" o "Para llegar a mi cuerpo, mi médico tiene que llegar a mi carácter. Tiene que atravesar mi alma. No basta con que me atraviese el ano. Ésa es la puerta de atrás de mi personalidad".
Broyard no comulga con el discurso más convencional y simplista de recurrir al "deseo de vivir" como antídoto contra el veneno de una enfermedad grave. Como alternativa, propone buscar un estilo propio, aunque la seña más característica de este estilo sea la irreverencia, la rebeldía o, como en su caso, la decisión de menospreciar el cáncer (o, en otro momento, proponer que cambien los protocolos hospitalarios: en eso recuerda las opiniones de Albert Espinosa). Pasado por el filtro de la prosa, el cáncer acaba siendo la metáfora del dolor (físico, psicológico, espiritual) entendido en todas sus dimensiones y el pretexto para que, hasta el final, prevalezca el arte sobre la vida, la literatura sobre la muerte. Hace unos meses, comentando las nuevas tendencias literarias, una veterana editora francesa me contó que cada vez recibía más manuscritos sobre enfermedades. "Empiezo a hartarme de tanta próstata", dijo. Tras leer este inteligente Ebrio de enfermedad, le he enviado un e-mail para recomendarle que, si está traducido en Francia, lo lea, y que, si no lo está, lo publique "malgré la prostate".