"Los Farsantes, de Pablo Remón, es la obra del año". Por Marta García Miranda

23.05.2022

"Los Farsantes, de Pablo Remón, es la obra del año". Por Marta García Miranda

Publicado en El Confidencial

'Los farsantes': una comedia sobre las miserias del cine y el teatro es la obra del año

 

Pablo Remón vuelve a los escenarios a lo grande con Bárbara Lennie, Francesco Carril, Nuria Mencía y Javier Cámara sobre las tablas del Centro Dramático Nacional

 

Un perro llamado Byung-Chul Han, como el filósofo surcoreano. Una Dorothy que busca el camino de baldosas amarillas hasta arriba de ketamina. Un niño loco de seis años que ejerce de crítico teatral. Un culebrón televisivo que ya se emitía antes del inicio de la humanidad. Un eclipse de Luna. ‘Las tres hermanas’ de Chéjov, el suicidio de Sarah Kane y ‘Los puentes de Madison’. La mujer del autor. El hermano del autor. La psicóloga del autor. El abuelo del autor. Una confesión de plagio. Carl Jung y los niños de San Ildefonso. Un accidente de avión y un zapato rojo. Un montón de rayas de cocaína antes de petarlo en el Festival de Cannes. Un camarero de Kazajistán en un bar de viejos de una ciudad de provincias. Una actriz que sube a recoger un Premio Goya con una camiseta de H&M con la palabra 'forever' impresa. Ya. Pero 'forever' qué. Y mucho antes de todo esto, Thunderstruck sonando a dolor en el patio de butacas del Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional, un temazo que sonaba siempre en la primera discoteca a la que fue el autor y director de todo esto cuando tenía 15 años, bebía Peppermint con chocolate y encendían las luces del garito. Eran los 90 y dice que entonces no le daba vergüenza cantar y bailar esa canción de AC/DC. Ahora sí. Pero recuerda que Arthur Miller dijo una vez que uno tiene que escribir sobre aquello que más le avergüenza.

Y de eso va esta historia, de las miserias y los sueños de gente que se dedica al cine y al teatro, de gente que no separa entre vida y trabajo porque es lo mismo, y de gente que quizá ha olvidado ya lo mucho que botaba cuando sonaba Thunderstruck: una actriz llamada Ana Velasco con una carrera que no despega mientras trabaja como profesora de pilates y actúa en obras infantiles en las que la abuchean; su padre, Eusebio, un señor de Aragón y cineasta de culto de los ochenta que está muerto pero sigue vivo; Diego Fontana, un director de cine comercial y de mucho éxito que se replantea su carrera después de un accidente de avión; Álex Ávila, el productor pasado de vueltas con chándal y chupa de cuero amarilla, y, además, el autor y director de todo esto, que también es un personaje, por eso de la autoficción.

La historia se llama ‘Los farsantes’ y es la nueva obra del dramaturgo, guionista y director Pablo Remón, autor de ‘El tratamiento’, '40 años de paz', ‘Sueños y visiones de Rodrigo Rato’, ‘Los mariachis’ y ‘Doña Rosita, anotada’, obra que le valió el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2021. Remón vuelve a los escenarios a lo grande con Bárbara Lennie, Francesco Carril, Nuria Mencía y Javier Cámara sobre las tablas del CDN. Los cuatro están fantásticos, digámoslo ya, digámoslo pronto. Lennie y Carril cambian de registro, hacen fácil lo difícil y están brillantes, Mencía transpira una comicidad que parece casi orgánica y Cámara, que lleva 12 años sin pisar un escenario, aborda este trabajo con oficio y con una humildad hermosa en alguien con una trayectoria tan consolidada en cine y televisión.

Pero lo cierto es que Pablo Remón tenía previsto volver antes a los escenarios. En junio de 2020 iba a estrenar en el Pavón Teatro Kamikaze su obra ‘Las ficciones’, una historia sobre el universo de las actrices con Bárbara Lennie, Irene Escolar y Carmen Machi. Pero primero llegó la pandemia y después el cierre del teatro que gestionaban Miguel del Arco, Aitor Tejada, Israel Elejalde y Jordi Buxó. Y ‘Las ficciones’ se fueron al cajón. Sin embargo, Remón no dejó de escribir porque no deja de escribir nunca, aunque no sepa a qué obra irá a parar todo eso que escribe. De ahí que en ‘Los farsantes’ haya líneas que ha escrito hace tres semanas y otras escritas hace tres años. Y eso hace que toda su obra esté vinculada y relacionada entre sí, como si estuviera construyendo una cosmovisión propia desde que debutara en el teatro hace 10 años: en ‘Los farsantes’ hay elementos que ya estaban en ‘40 años de paz’ y en ‘Doña Rosita, anotada’, pero sobre todo en ‘El tratamiento’, con la que comparte esa querencia por una estructura fragmentada y en la que ya abordaba el mundo del cine a través de la figura de un guionista, Martín, que aquí pareciera que hubiera cambiado el guion por la producción y la cocaína. “Una pregunta que me hago mucho es cómo escribir para que sea nuevo, cómo hacer una obra en la que no me traicione, en la que encuentre algo nuevo que no sea impostado, pero también sé que yo no puedo escribir de cualquier cosa y, aunque uno intente alejarse de sí mismo, se acaba encontrando con uno”, dice el autor y director.

La mediana edad y un disco doble

‘Los farsantes’ nace, como todo, de una necesidad y de un deseo, explica Pablo Remón a El Confidencial, el de hablar “de la mediana edad y el éxito, el fracaso, el triunfo, qué es perseguir algo, cuánto hay que sacrificar para conseguirlo, qué sentido tiene ese sacrificio y si somos dueños de nuestros sueños o si es al contrario”. No hay cinismo ni amargura en ‘Los farsantes’, no hay ajuste de cuentas con la profesión. Remón, como siempre, se sitúa junto a sus personajes, los acompaña y los observa con ternura, situándolos en un plano de comedia disfrutona con un punto agridulce. Ojalá el Metaverso fuera como una obra de Pablo Remón. La actriz, el director de cine y el productor son personajes que forman parte de su universo personal y profesional, gente que concibe la ficción y la farsa como una forma de vida, pero también como una celebración, a pesar de las renuncias y los sacrificios: “Es gente que vive, que vivimos, en profesiones en las que la separación entre lo que uno es y en lo que uno trabaja no está clara. Yo siempre he vivido con esa contradicción porque todos los amigos que he tenido desde pequeño se dedican a otras cosas, viven unas vidas más convencionales, y yo nunca he sido capaz de separar mi vida personal de mi vida profesional y esa es una pregunta que llevo conmigo”.

Remón apuesta en ‘Los farsantes’ por un viaje largo —dos horas y media— que comparte con el público, como si quisiera estar mucho tiempo en compañía de sus personajes, como si el escenario fuera un buen lugar en el que estar, como si la ficción pudiera contestar a muchas preguntas que no sabemos responder en la vida real. Y arma una estructura dramática a partir de episodios o capítulos que se suceden como en una novela excesiva que aspira a contar muchas cosas, unas profundas y otras banales, con varias obras de teatro dentro de una sola. Y en esa obra de obras hay momentos poéticos, escenas delirantes, monólogos sosegados, diálogos rapidísimos y personajes que siempre están haciendo algo mientras su autor disuelve la frontera entre la ficción y la realidad, entre la verdad-mentira y la verdad-verdad. Dice Remón que ‘Los farsantes’, a la que ha dedicado un año de escritura, es “como si fuera un disco doble, en el que hay partes que crees que podrías quitar, pero no lo haces porque la gracia está en que eso esté. Yo tiendo a tirar mucho cuando escribo, a quedarme con la esencia, y aquí he hecho lo contrario”.

Eso se traduce en una obra de ritmo irregular, que cambia de velocidad todo el tiempo y que, a pesar de su duración, se esfuerza por mantener la sorpresa. Quizá no sea redonda (¿hay alguna que lo sea?), pero no hace falta: la escritura de Remón está en otra liga desde hace tiempo, con un lenguaje propio que defiende la comedia dentro de una dramaturgia contemporánea que apenas apuesta por ella.

De qué hablamos cuando hablamos de autenticidad

Remón comienza ‘Los farsantes’ volviendo a su adolescencia, ese lugar frágil en el que todavía los sueños son nuevos y son posibles, y coloca a sus actores esas gafas que nos poníamos para ver los eclipses cuando éramos críos, con un papel rojo y otro azul en cada ojo, como si uno fuera el color que tiñe la realidad y otro el que colorea la farsa. Y juega a crear ese efecto en los ojos del espectador a través de la (fantástica) iluminación de David Picazo, mientras en escena vemos la cabina de un avión, una habitación de hospital, un bar, una clase de pilates o un plató de televisión gracias a la escenografía (formidable) de Mónica Boromello. Y, partiendo de ese lugar en el que todo era nuevo y posible, Pablo Remón reflexiona sobre la idea de autenticidad: esa aspiración de actores y actrices, directores o dramaturgos. Y periodistas, claro. Lo auténtico, lo original, lo que nadie ha hecho, ya saben.

¿Y qué hace Remón? Invalida esa patraña y asume que somos lo que otros y otras hicieron, pensaron y escribieron antes que nosotros. Y se pregunta —esto es un clásico en su obra— cómo seguir contando historias, desde qué lugar y para qué. Y es entonces cuando nos dice, mientras conversamos, que ha tenido en mente ‘Fraude’, una película de Orson Welles, cuando confiesa en escena que esta obra es un plagio del texto de una alumna llamada Violeta Canals —“aparece en los créditos y el cartel de la obra, verás qué juerga el reparto de derechos de autor”— y cuando admite que “crear no es partir de la nada, sino mezclar lo vivido, lo leído, lo soñado y liberarse de esa presión de tener que hacer algo nuevo y distinto porque todo se ha dicho ya. Y, cuando te pones a escribir, te preguntas desde dónde escribes y qué necesidad hay de tu obra y, obviamente, no hay ninguna”.

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‘Los farsantes’. Autoría y dirección: Pablo Remón. Reparto: Bárbara Lennie, Nuria Mencía, Francesco Carril y Javier Cámara. Del 29 de abril al 12 de junio en el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional.