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«Carlos Matarranz pensaba en los puntos cardinales y miraba hacia Oriente en busca de la luz. Pensaba en aguas templadas y soles tamizados por la humedad. Soñaba con fondos marinos que guardaban ánforas fenicias habitadas por moluscos indolentes y vigiladas por activas medusas. Un día dejó de soñar y se fue hasta las playas mediterráneas a saturarse de luz, a vestirse de arena y dejarse desnudar por las olas cada vez que su pintura le reclamaba sumergirse en las cuevas submarinas que le revelaban sus secretos. Cuando Carlos toma el camino de los fondos marinos, bajando a la cala solitaria por el conducto lateral del tercer lóbulo de su hemisferio cerebral, según se pinta a la derecha, los colores de su paleta se diluyen en agua salada, las algas describen formas de látigo y, en su maraña, quedan peces cautivos que agitan las aguas de su pensamiento.»  Jesús Mazariegos