Cómo se llama
Un libro que ¿predice el futuro? Tal vez, no lo sabemos, pero describe la mar de bien este maldito presente.
Antes de la nueva glaciación, una voz habla, cuenta, escribe... Y lo hace desde un espacio y tiempo indeterminados. ¿Su presente, nuestro futuro?
Una voz libre de ataduras y sin pelos en la lengua que no se siente representante de nada, ni siquiera de sí misma.
Un monólogo afilado que en realidad es un diálogo con un lector -¿improbable?, ¿nosotros?-, a quien guía por un laberinto de pensamientos y observaciones cuidadosamente dispuestos en la página que, como los objetos con cargas del mismo signo, pueden repelerse entre sí y generar tensión.
Un alegato contra la estupidez, fomentada por modas, ismos, tendencias, y a favor de reírse de uno mismo, como plantea Herman Melville en el texto escogido para la contraportada, extraído de Moby Dick:
«Sin embargo, una carcajada es cosa estupenda, aunque un bien demasiado escaso; lo que es una lástima. De modo que si cualquier hombre se ofreciese como material para una buena broma, no lo desalentéis; por el contrario, animadlo a ello y dejadle que la gaste y se la gasten. Y quien tenga siempre ganas de reírse de sí mismo, tened por seguro que hay más en ese hombre de lo que quizás imaginéis».
Rodrigo García consigue detectar, como pocos, las paradojas de nuestro tiempo y expresarlo sin consuelos, ni ornamentos, rebelándose contra la mayor parte de las servidumbres (casi siempre involuntarias) a las que estamos sometidos, ya sea por motivos ideológicos y por la imposición, a la chita callando, de lo considerado políticamente correcto, que tanto afecta al lenguaje y a nuestros actos.
Libro a libro, exhibe nuestras miserias con un humor corrosivo, combinando lo cultivado y lo baldío, siempre insobornable y lejos de la autocensura.
Para muestra, unos botones:
«El trapo de cocina es el lenguaje.
Fue tal la decadencia de la primera mitad del siglo XXI (tocó a su fin en 2065) que obligaban al artista a comportarse como un alcalde de pueblo o concejal de Cultura».
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«Me alegró la tarde el encuentro con un borracho en chándal que no paraba de liarla.
El ladrón es un humanista, roba en busca de respeto.
Yo sé que ambulancias y coches de bomberos y patrullas circulan vacíos en múltiples direcciones con el propósito de sostener la ficción de que algo ocurre.
Hay un miedo compresible a que una ciudad de trece millones de habitantes se desvele fastuoso cementerio».
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«Pocas tendencias resultaban –hablamos de la segunda mitad de siglo XXIV, el bautizado "de la coronación del ensimismamiento"– tan cool como llevar cabeza de otro con las costuras visibles en el perímetro del cuello, y cuanto peor y menos disimulada la costura (podías elegir entre una gama de veinticuatro colores de hilos y tres tipos de pespuntes) más subía la temperatura hormonal de esa power generation».
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«En su batalla personal contra la nostalgia, escribió que los niños de hoy, abstraídos en sus múltiples pantallas táctiles que hablan solas, parecen pero NO SON más retrasados mentales que los del siglo anterior.
Escribió: ¿Acaso vernos a nosotros tirados por el suelo con aquellos juguetes de madera y de plástico a pilas ofrecía la idea de estar ante futuros adultos espabilados?».
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