Los inspectores de linóleos viejos
La Angélica Liddell más satírica, picante, divertida y mordaz contra los burócratas, «esas coles hervidas en agua sin sal», los inspectores de linóleos viejos.
Un canto al artista irresponsable, al hacedor de lo inútil, que practica autopsias a la vista de todos. Un canto a aquellos que ven vida en el arrebato.
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Un inspector de linóleos viejos, «sicario de lo útil», se definiría a sí mismo de esta manera, con diccionario en mano:
Inspector: adj. Que reconoce y examina algo.
de: prep. Denota posesión o pertenencia. La casa de mi padre. La paciencia de Job.
Linóleo: m. Tela fuerte e impermeable, formada por un tejido de yute cubierto con una capa muy comprimida de corcho en polvo amasado con aceite de linaza bien oxidado.
Viejo: adj. Deslucido, estropeado por el uso.
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Angélica Liddell, por medio de la sátira, desenmascara a una clase de persona a quien llama «inspector de linóleos viejos», cuyo hábitat suele ser las instituciones culturales, pero no sólo. Al contraluz de la obra brillante de autores como Charles Dickens, Franz Kafka, Mircea Cărtărescu o Simone Weil, entre otros, Liddell opone lo mezquino a lo inconmensurable estético, y disecciona a ese ser que humilla y menosprecia la poesía y la belleza.
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Basado en hechos reales.