«La sensación que tiene el lector es hipnótica, fascinante.» 'Inquieto' en Cultura/s (La Vanguardia)

16.03.2014

«La sensación que tiene el lector es hipnótica, fascinante.» 'Inquieto' en Cultura/s (La Vanguardia)

Publicado en Cultura|s (La Vanguardia)

Cultura|s La Vanguardia, 12 marzo 2004 

 

ESTE ES MI CUERPO, por J.S. de Monfort

El poeta norteamericano Kenneth Goldsmith (Nueva York, 1961) tiene publicados más de una docena de libros, mayormente de poesía y ensayo, y es el adalid de las así llamada literatura conceptualista, caracterizada por lo que él llama «uncreative writing» -o literatura no-creativa-, y cuyo leitmotiv es el de no medir más textos a los ya creados. Se trata de trabajar con los ya existentes, pero no plagiándolos, sino cambiándoles su función, trastocándoles el marco, dándoles un significado nuevo. En Inquieto, su segundo libro, inédito y traducido al español por Carlos Buenos Vera, el autor trabaja al modo de la poesía verité, buscando el afán archivístico. Así, se propone Goldsmith el imposible empeño de describir (dictando a un micrófono inalámbrico) todos los movimientos de su cuerpo en un día concreto: el lunes 16 de junio de 1997, celebración del Bloomsday (en honor a Leopold Bloom, protagonista del Ulises, de Joyce).

La sensación que tiene el lector es enseguida hipnótica, fascinante, porque de la descripción de las acciones del cuerpo, así aisladas, emana una suerte de gravedad metafísica. A tal circunspección se le suman los espasmos incontrolados del cuerpo que reacciona a estímulos que desconocemos (nada se nos dice del entorno). Y, paulatinamente, un ahogo. Una cierta parálisis se va adueñando de cada uno de nosotros, ya que la mención de la respiración ineludible del cuerpo nos obliga a tomar consciencia de la nuestra. Y ese desfase entre el cuerpo y la mente (la lentitud del lenguaje para dar cuenta de la ultravelocidad del cuerpo) resulta estragante.

Poco a poco, según leemos y van avanzando las horas, comenzamos a notar algo que nos sabemos qué es. Y percibimos cómo un cierto halo poético personifica el cuerpo; notamos cómo desaparece la puntuación y se llena el texto de aserciones surrealistas e incluso abiertamente cómicas, de aliteraciones, de neologismos. Y se produce un cierre beckettiano que nos reconduce al comienzo del libro. Entonces se nos dice en el epílogo de la crítica norteamericana Marjorie Perloff que Kenneth Goldsmith después de la siesta entró en pánico y salió a comprar Jack Daniels, que se emborrachó y, por eso, el último tramo de la grabación resultaba ininteligible, y que la recreó. Columbramos entonces que el experimento ha sido un fracaso, pues la mente ha derrotado a la materia. O como escribe la propia Marjorie, «el único lenguaje corporal capaz de comunicar es el propio lenguaje».

Imagen: cortesía de Ingrid Guardiola