Inquieto, de Kenneth Goldsmith: una aproximación neurocientífica

02.07.2014

Inquieto, de Kenneth Goldsmith: una aproximación neurocientífica

Publicado en Libros, instrucciones de uso

Inquieto, de Kenneth Goldsmith: una aproximación neurocientífica

 

En este blog los libros obsesivos nos fascinan. Entendemos por libros obsesivos aquellos que parten de una idea inicial (a menudo loca) y la desarrollan hasta sus últimas consecuencias. Por eso nos ocupamos hoy del libro de Kenneth Goldsmith, Inquieto, un experimento que atenta contra las normas clásicas de lo que debe ser un libro. Eso nos congratula. Y por ello hemos pensado que qué mejor que si Goldsmith se planteó escribir un libro extraño, escribir nosotros también una reseña extraña, pero no al modo que uno esperaría, es decir, imitando el experimento de Goldsmith, sino atendiendo a aquellos flecos a los que un reseñista literario apenas prestaría atención.

Primero hagamos una breve sinopsis del libro. El plan es sencillo: describir «todos» los movimientos realizados durante el día 16 de junio de 1997 (Bloomsday, por cierto). Al principio la cosa va bien: Goldsmith se levanta, desayuna, se masturba… pero poco a poco se aburre, la empresa se vuelve cansina y absorbente. Una muestra:

El brazo se extiende. La lengua se desplaza a la parte izquierda de la boca y se hace sitio entre el paladar superior e inferior. La lengua se desliza por el borde superior de los dientes, sondeando fisuras. La lengua se mueve a la parte anterior de la boca.

Después, seguramente fruto del tedio y de la desesperación, el lenguaje se simplifica. Goldsmith nos ofrece entonces solo verbos o sustantivos que no refieren a sujetos ni complementos, lo que dispara nuestra imaginación. Y a continuación se marchó a la calle (aunque eso el relato no lo aclara, sino que fue el propio Goldsmith quien lo aclaró después), se echó al coleto una botella de Jack Daniel´s, y a partir de las siete de la tarde el lenguaje comienza a retorcerse, las palabras se imbrican y se deforman y queda poco de la descripción minuciosa de los actos con la que antes nos abrumó:

Agarra y se regodea en la teta, desde la nariz. El palacio de la boca. Introduce detrás, sobre los oídos. Debajo mantenimientojo. La lengua corre aleatoria. Abunda pudin con dientes sentados en las encías. Espalda arriba sobre el trapo espinoso tejado de la boca. Y los superdientes que se ovillan dentro.

El último capítulo se nos presenta invertido, un espejo (aunque no puede leerse en el espejo) de lo narrado durante la primera hora, aunque con ciertos cambios que hacen pensar en un texto antónimo del primero.

Hay, sin embargo, muchas cosas por debajo del texto, que probablemente ni el propio Goldsmith sospecha. La lectura del texto, y mucho más su escritura, llevan a una conciencia absoluta del cuerpo, a tomar conciencia de cada uno de los movimientos que realizamos en un instante. Habitualmente, si nos sentamos, a los pocos segundos dejamos de percibir la sensación de tacto en el culo y solo volveremos a percibir cambios cuando modifiquemos nuestra postura o cuando nos levantemos del asiento. Eso se debe a que los receptores del tacto que se encuentran en la piel se adaptan, es decir, como no reciben estimulaciones diferentes dejan de disparar señales eléctricas hacia el cerebro (figura A) y de ese modo esos estímulos que no son importantes no nos distraen de aquello que podría tener importancia para nosotros (como, por ejemplo, leer esta reseña). De hecho, Goldsmith solo describe aquellas partes de su cuerpo que están en movimiento. Como la simultaneidad es imposible a la hora de describir todos sus actos se centra en aquello que es nuevo, un pie que rasca la corva de la otra pierna, los dedos de la mano que se introducen entre el pelo, la contracción del vientre para orinar…

Por otro lado, las partes del cuerpo que más se mencionan son los dedos y los labios, que son aquellas regiones del cuerpo que presentan una mayor sensibilidad. Wilder Penfield, un neurocirujano canadiense, determinó en los años 40 y 50 del siglo pasado que en la corteza cerebral somatosensorial (aquella que recibe la información táctil) hay una suerte de representación corporal. Pero esta representación no es un calco de nuestro cuerpo ya que aquellas regiones del cuerpo que presentan una mayor densidad de receptores de tacto, como son las manos, los labios, los pies o los órganos genitales, son las que ocupan un mayor espacio en la corteza cerebral (figura B) y son precisamente aquellas regiones a las que Goldsmith dedica más atención. En la figura C puede verse cómo sería en realidad nuestro cuerpo si representásemos esa imagen que hay de nosotros en el cerebro a escala 1:1. Así, Goldsmith apenas describe, por ejemplo, cambios en la posición de la espalda, los muslos o los hombros, ya que son regiones con poca sensibilidad. Existe un mapa similar del cuerpo en la corteza cerebral motora (aquella que se encarga del movimiento); esta regionalización no es tan clara como en el caso de la corteza somatosensorial, aunque la representación del cuerpo también existe.

La principal virtud del texto de Goldsmith desde el punto de vista de la neurociencia es que hace fluir a la consciencia algunos movimientos que normalmente se realizan de forma inconsciente como, por ejemplo, llevarse una taza de café a los labios. Debemos detenernos aquí para recomendar antes la lectura del libro de Rodolfo Llinás El cerebro y el mito del yo, en el que Llinás analiza lo que supone, en términos de activación de mecanismos neuronales, un simple gesto, como coger una botella de leche del frigorífico. Ahí es donde Goldsmith hace hincapié. Cuando realizamos actos motores para los que no necesitamos una concentración excesiva, como montar en bicicleta, utilizamos regiones del cerebro diferentes a las que se activan cuando estamos aprendiendo a realizar esas tareas, de modo que si inicialmente se activan amplias regiones de las cortezas somatosensorial y motora para poner en marcha todos los recursos disponibles, una vez que aprendemos esa tarea ya no necesitamos dedicarle tantos recursos (por ejemplo, no necesitamos estar atentos a dar pedales o a mantener el equilibrio sobre la bicicleta); por ello se activan muchas menos poblaciones neuronales y en regiones diferentes del cerebro, que se encargan de los automatismos motores (ver figura D). Goldsmith sin embargo, describe cada uno de esos actos, nos hace conscientes de que un hombre, para mear, ha de bajar una cremallera, apartar el calzoncillo, sacar el pene, contraer los músculos abdominales, darle unas sacudidas al pene y llevarlo de vuelta a casa, movimientos a los que habitualmente no prestamos atención y que, descritos de ese modo, parecen autopsias del movimiento. Para ello, el autor recurre además a la tercera persona del singular, de modo que describe los movimientos que él mismo realiza como si lo hiciera desde fuera, lo que le aporta un cariz más científico a la descripción, más frío.
 

No podemos olvidarnos del lenguaje de Inquieto. Durante las primeras horas predomina un lenguaje aparentemente objetivo. Los actos se suceden como un mantra, y la lectura, que comienza siendo apasionada, comienza a volverse cargante y desesperada. Sin embargo, a medida que el experimento avanza, se altera también el lenguaje que lo soporta y encaja a la perfección con él, y esa pretendida dicotomía del fondo y la forma se desvanece. El lenguaje se simplifica, primero, y remite únicamente a acciones, a puro movimiento. Después el lenguaje, por efecto del alcohol, se descompone, y los significados comienzan a perder sentido; se trata de un juego de sonidos que remiten a entidades que se relacionan entre sí más por el ritmo y la eufonía que por los significantes. Después se torna acelerado, desaparecen los signos de puntuación y es todo ya palabra sin obstáculos temporales, solo pura palabra y sonido.

Un par de apuntes finales. En primer lugar, acordarnos del traductor, Carlos Bueno Vera, para el que ha debido ser una diversión, y también un infierno, haber encarado la traducción de este texto. Nos parece que el resultado es excelente. En segundo lugar, para aquellos interesados en esta obra, decir que cuenta con una página web y que Goldsmith diseñó una aplicación Java basada en este mismo experimento y puede encontrarse pinchando aquí.

Un gran experimento este de Goldsmith, absolutamente perequiano, como nos gustan en este blog. Enhorabuena a La uña rota por haberlo dado a conocer.


Título: Inquieto
Autor: Kenneth Goldsmith
Editorial: La uña rota
Traductor: Carlos Bueno Vera
Páginas: 160
Precio: 12 eur (rústica)

[Nota: Para ver las imágenes que acompañan la reseña, véase este enlace.]

Figura A adaptada de: http://ucalgary.ca/pip369/mod7/touch/somato2
Figura B tomada de: http://nccpbwikiproject.pbworks.com/w/page/39943160/Humunculus
Figura C tomada de: https://www.flickr.com/photos/petercruickhank/7608729764/
Figura D tomada de: http://mikeclaffey.com/psyc2/notes-organization.html