"Toda la extraordinaria literatura de Liddell insiste en la naturaleza contagiosa del arte". Jorge Carrión

15.07.2020

"Toda la extraordinaria literatura de Liddell insiste en la naturaleza contagiosa del arte". Jorge Carrión

Publicado en LA VANGUARDIA: Jorge Carrión

El teatro contra Zoom

 

El peso de los cuerpos saltando o desplomándose. El ojo del ano peludo que se ofrece ante el ojo del espectador (ambos inmundos y sagrados). La vibración sonora de las pisadas y de los saltos y de las voces. La profundidad del espacio, sus rincones, sus secretos en alta definición. El sudor que hace brillar los cuerpos con esa consistencia desconocida por los filtros de Instagram. La coreografía y la orgía de los cuerpos desnudos, radicalmente ajena a la pantalla pornográfica. Esa saliva que brota de la boca y se vuelve espectro húmedo en el aire del escenario, esa saliva: amenaza líquida.

La levedad de las plumas que rebotan en las raquetas de bádminton. El ojo de un drone, que es una cámara, que es reconocimiento facial, que es nuestro ojo (ambos ya un tanto pixelados). Los relieves de las maquetas que cuentan la historia de Mallory, el explorador del Everest, y de Ruth, la escritora que lo esperaba en casa. Orson Welles y Vladímir Putin dirigiéndose a nosotros: retándonos a discernir entre la confesión sincera y la noticia falsa. Y un cañón de nieve que convierte el escenario en una atmósfera de copos de mentira, que caen sobre los vivos y los fantasmas.

El arte es cuerpo, es saliva, es infección, es comunión y catarsis; el Grec de este año me ha escupido a la cara todo eso

Y el aplauso: el peso de los aplausos, el dolor en las manos después de tanto aplaudir. No era consciente de cuánto echaba de menos las tres dimensiones del arte hasta ver en el Festival Grec de este año The Scarlet Letter, de Angélica Liddell, y —unos días más tarde— The Mountain, de la Agrupación Señor Serrano. Dos obras transgresoras, excelentes.

Dos contundentes disecciones de la inquietante realidad de hoy. Liddell afirma que no quiere vivir en un mundo en que la mitad femenina odia a la mitad masculina, sobre todo a través de las redes sociales. Mediante una versión libérrima de la novela de Nathaniel Hawthorne, firma una carta de amor al deseo y a la libertad y a los hombres, una defensa brutal del derecho a ofender, un ataque frontal contra el #metoo. Y Alex Serrano y Pau Palacios —por su parte— llevan a cabo una versión igual de libérrima de F de Fake, para explorar la frontera entre la confianza y la fe, en el contexto de internet como una máquina de desinformación cada vez más pantanosa.

Toda la extraordinaria literatura de Liddell —exquisitamente publicada por la editorial La uÑa RoTa— insiste en la naturaleza contagiosa del arte. En su función de Barcelona, los pasajes sobre la censura de su libro Una costilla sobre la mesa, editado hace dos años, adquirieron un nuevo sentido: “Quieren a Baudelaire sin Baudelaire, a Pasolini sin Pasolini, sin los 33 juicios de Pasolini, a Boccaccio senza Boccaccio. Oh, Boccaccio, ¿qué haremos si lo que antes no era ley ahora sí lo es? Nostalgia de la peste, el teatro como la peste”. El arte es cuerpo, es saliva, es infección, es comunión y catarsis. El Grec de este año me ha escupido a la cara todo lo que perdemos por culpa del Zoom.