"La última frase" de Camila Cañeque: Fascinación por el final. (Revista 'Abril')
"La última frase" de Camila Cañeque: Fascinación por el final. (Revista 'Abril')
La última frase de Camila Cañeque o la fascinación por el final
La Uña Rota publica el primer libro de la artista recientemente fallecida, un ensayo en torno a la idea de final a partir de las últimas frases en la literatura
Al principio, Camila Cañeque solamente las miraba. Abría un libro e, inmediatamente, iba a la última página, a la última frase, al final de una historia que siempre esquivaba para detenerse en esas palabras que anunciaban la ausencia de acción y verbo, la nada, el vacío. Y en ese lugar permanecía quieta, un rato, como si descansara y se repusiera de una historia que no había leído. Después, empezó a hacerles fotos con su teléfono móvil, las descargaba en su ordenador y, de vez en cuando, las observaba, las releía.
Más tarde, decidió transcribir todo su botín en un borrador de Gmail, en un correo que se envió a sí misma y que fue creciendo como un animal hambriento en una cadena interminable de respuestas dirigidas a una sola destinataria. El asunto, “la última frase”. Pero nunca era la última. Y no lo era porque durante años su autora convertirá esa investigación en una obsesión, en una búsqueda adictiva y compulsiva que la llevará a pasar todos los días de un mes de agosto en la terminal de salidas del aeropuerto de El Prat para observar despedidas entre desconocidos o a convertirse en espectadora de finales ajenos en el cementerio de Père-Lachaise en París y en el de la Chacarita en Buenos Aires.
Numerará todas las últimas frases recopiladas durante años, hará un casting y las clasificará primero por orden alfabético, por autor, por orden de aparición, creará un capítulo entero dedicado a últimas frases iniciadas con la letra i griega, las escribirá en papelitos y las desperdigará por las mesas y por el suelo, hasta que una noche, cuenta, decidirá “desordenarlas y ponerlas a bailar”.
"Bailas conmigo una danza de amor" (Manuel Vilas, Ordesa).
La artista de nuestro agotamiento
La artista y filósofa Camila Cañeque (Barcelona, 1984-2024) falleció el pasado 14 de febrero de muerte súbita, mientras dormía, embarazada de su primer hijo. Tenía 39 años y era autora de una obra atravesada por el cansancio, la inactividad y el aislamiento en tiempos de velocidad, capitalismo y consumo frenéticos, una práctica que Cañeque desarrolló durante años en proyectos de escritura, performance, instalaciones y objetos.
Aquella acción se llamaba Dead end (Callejón sin salida) y formaba parte de su proyecto Our dresses, un viaje de 27 días por Estados Unidos vestida de flamenca donde jugaba con el binomio tradición-globalización y en el que fue documentando las reacciones a su paso.
"Estoy cansado del pensamiento" (Oscar Wilde, El crítico como artista).
En sus performances, Cañeque se tumbó en una sauna que instaló en el desierto del Sáhara, peregrinó durante un año por las fiestas populares y religiosas españolas para retratar “el paisaje después de la batalla” en una exposición titulada Mucha mierda, pasó horas sentada en una sala de espera repleta de sillas vacías o dentro de un coche, adormilada y aburrida, durante la Miami Art Week.
Para explorar la idea de tiempo, estuvo un año de taxi en taxi, sin caminar, y tres meses subiendo y dejándose caer de una montaña de arena en Lituania: “Me gasté todo mi dinero en taxis en 2008. Fui Sísifo sin siquiera piedra que transportar en 2014”, dijo. Antes de que los demás empezáramos a verbalizarlo, Camila Cañeque ya había registrado todo ese cansancio y agotamiento que parece atravesarnos a todos. En los últimos tiempos, la artista había decidido volcarse en la escritura, tenía intención de escribir poesía y dejó terminada una novela que tituló Anuncios, dedicada al director de cine Jonas Mekas, al que conoció durante los años que vivió en Nueva York.
El gran final
En este libro a medio camino entre el ensayo, el collage y la investigación personal, Cañeque inserta también su pensamiento. En medio de toda esa coreografía de últimas frases, la autora habla de nuestra relación con lo temporal y los límites, del impacto de la ficción en la construcción del tiempo y la memoria —ficción que entiende como un “arma para llevar a cabo nuestra venganza sobre el mundo”— y reflexiona sobre la creación contemporánea y esos formatos híbridos que muestran sus grietas, pliegues y andamios, procesos vivos que comparten crisis y transiciones.
"Pero, ¿quién podría augurar el desenlace final?" (Sigmund Freud, El malestar en la cultura).
Sin embargo, hay una presencia que habita el libro de forma contundente y es la propia idea de final: “De la misma forma que una obra adquiere su significado con la última frase, el apocalipsis le daría sentido al sinsentido del mundo, llevamos toda la vida invocándolo, bebiendo de sus contenidos”, escribe. Fin de semana, fin de año, fin de curso… “celebramos la vida a través de los finales”, sostiene Cañeque, que esconde su propia voz tras esa primera persona del plural que habla de los ultimátum y deadlines que nos imponen o nos imponemos a lo largo de nuestras vidas, de cómo esa idea del fin del mundo se ha adaptado a las leyes del mercado y se ha convertido en producto de consumo y de cómo ansiamos ser testigos del final, esa gran hecatombe que anticipamos a la vuelta de la esquina.
Y escribe: “Nos creemos especiales, víctimas de un tiempo más catastrófico que los anteriores, más digno de una clausura, como si habitáramos una realidad que se aboca, de una vez por todas, a un cataclismo sin precedentes. Es nuestro capricho especulativo y nos lleva a querer vivirlo en directo, un narcisismo histórico-apocalíptico que circula en nuestro ADN y que nos hace creer en ese privilegio”.
"Y dicho esto, buena suerte chicas y mejor viaje" (Virginie Despentes, Teoría King Kong).
Cañeque se obsesionará con el final de su texto porque, ¿cómo acabar un libro que se llama La última frase, con qué palabras ponerle fin? El libro se convertirá entonces en un artefacto, en una especie de performance literaria, un contenedor que la autora usará para intentar desprenderse de su adicción al final y en el que irá liberando todas esas frases que ha ido recopilando durante años: “El objetivo (de este libro) no era confeccionar otro ranking de mejores últimas frases de todos los tiempos, ni una colección de spoilers, ni un catálogo razonado para entenderlas mejor. Solo quería liberarlas de mí y librarme de ellas”.
Y Cañeque, consciente de su incapacidad “de dejar que lo que se acaba se acabe” y de que el título de su libro se niega a sí mismo, viajará a un lugar llamado Land’s End, parecido al fin del mundo, y a su vuelta escribirá: “Soy una última frase”.
"Vale" (Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha).
Sobre la escritura y la creación
Fotografía de Caeryrodar.