«El amor es un acto de rebeldía individual frente a la actividad económica y política.» Angélica Liddell en El Estado Mental

13.02.2015

«El amor es un acto de rebeldía individual frente a la actividad económica y política.» Angélica Liddell en El Estado Mental

Publicado en EL ESTADO MENTAL

Quiero ser la locura de Dios

El desafío a la razón por parte de lo sagrado. La energía originaria.

 
 
Del cuaderno de trabajo de "Primera Carta de San Pablo a los corintios", incluida en el libro Ciclo de las resurrecciones (La uÑa RoTa, enero de 2015), que Angélica Liddell estrenará el próximo mes de marzo.

 

Prácticamente desde el trecento italiano se produce una secularización de la teología, de manera que el discurso amoroso encuentra su molde perfecto en el discurso religioso, donde el amor y la divinidad se unen e identifican, y como consecuencia se diviniza a la figura amada. El discurso sacro se utiliza para expresar el amor profano. Esta secularización tiene dos vertientes. La primera es atribuir a la persona amada origen divino, imitando la doble naturaleza de Cristo. La segunda, herética y turbia, consiste en recoger la poética bíblica para describir las convulsiones espirituales, nerviosas, que provoca el objeto amado —por ejemplo el deseo de castigo, la sumisión y toda una serie de alteraciones inconscientes (cuadro clínico delirante) asociadas al estado de enamoramiento— y que encuentran su mejor expresión en la poética religiosa, que tiene que ver con la adoración al amado (erotomanía), que es Dios. De manera que se produce una distorsión de lo real (la razón) a favor de una experiencia delirante (el espíritu). La pasión erótica y el cristianismo consiguen fundirse puesto que el amor, al igual que la fe, se basa en valores puramente interiores y no exteriores, y por encima de todo en el misterio. Y por mucho que utilizamos una cultura religiosa en la que el deseo está criminalizado, no existe incompatibilidad entre el dogma y la pasión carnal, puesto que para aquel que ama, y diviniza al amado, el sufrimiento y la penitencia no son represión sino entrega absoluta. Es así en María Magdalena. Incluso en Freud, que en Duelo y Melancolía habla de un "deseo delirante de castigo". El amor no es un asunto sentimental sino fetal, visionario y profético, sin aprendizaje posible. 

La cúspide de esta fusión, en su versión más pura, la alcanza Dante convirtiendo a Beatriz en objeto de culto religioso, construyendo una analogía perfecta entre la amada y Cristo. Y aunque se trata de la sustitución de un mito religioso por un mito erótico, en el fondo lo que sostiene a ambos mitos es la inagotable búsqueda de redención por parte del ser humano mientras dura su agotador y culpable paso por la tierra. Ya en Vida Nueva, Beatriz, es la guía hacia Dios, aquella que toca la frente del poeta en la selva oscura del extravío y se convierte en única. Al final de la decepción humana se encuentra la idea de Dios, y sobre todo la necesidad de Dios.

En Las lágrimas de Eros Bataille habla del carácter subversivo de las religiones, pues van contra toda ley, en ese sentido. Lo que se convierte en subversivo es el amor, que como bien describe Roland Barthes en sus Pequeños fragmentos de un discurso amoroso va "contra el tiempo, la prohibición y la ley". El amor es antisocial, y como también advierte Bataille, es imposible abordarlo desde la moral, o ética, pues la moral y la ética son una construcción. El amor libera al hombre del yugo de sus obligaciones y responsabilidades (de hecho la diosa pagana Venus interviene con premeditación para debilitar a los héroes, para hacer que se olviden de sus obligaciones: Venus mete fuego en los huesos de Dido con un fin, hacerla perder la razón y favorecer a Eneas). Es decir, el amor vuelve al hombre IRRESPONSABLE. No hay justificación ética para el amante, su nuevo orden es irracional y no responde a convenciones. El amor construye más que ningun otro elemento nuestra identidad como individuos debido a su naturaleza antisocial. El amor es un acto de rebeldía individual frente a la sociedad, frente a la actividad económica y política. Por tanto el amor no está sujeto a construcción ética alguna sino al desorden, hasta llegar a la máxima subversión, la muerte y el mal (Medea asesina a sus propios hijos). La vida espiritual, el amor, viene para romper cualquier imposición de la ley. En este sentido Bataille dice de William Blake que "supo reducir lo humano a la poesía y la poesía al Mal (...) Él es el único que habla en el lenguaje de la Biblia, devolviendo por un instante la vida a la energía originaria: de este modo la verdad del Mal, que es esencialmente rechazo de la actitud servil, es su verdad. Es uno de nosotros cantando en  la taberna, riendo con los niños, jamás es el triste señor, lleno de moralidad y de razón, que, sin energía, se reserva, es avaro, y, lentamente, cede a la tristeza de la lógica".

Es precisamente lo prerracional lo que nos pone en contacto con el origen del hombre, no desde el punto de vista de lo justo o de lo injusto, ni de una moral ilustrada, ni siquiera del punto de vista de los sentimientos, sino mas allá de los sentimientos, nos pone en contacto con zonas irreconocibles, con "el temor y el temblor" que dan forma al  espíritu, y que ni siquiera pertenecen a la expresión por ser inexpresables; como mucho pertenecen a la revelación (quitar el velo) por ser estas el núcleo de la vida secreta, nocturna y tenebrosa, incomprensible. Así lo dice San Pablo: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente". En esa zona incomprensible, irrepresentable, se enlazan el amor y la fe refrendadas por la locura. En la película Nostalghia de Tarkovski, el protagonista dice a propósito de un anciano que vive solo obsesionado con la salvación del mundo: "¿y por qué lo llaman loco? No está loco, solo tiene fe. Ciertamente los locos están más cerca de la verdad". Esa locura encuentra una de sus formalizaciones mas intensas en la religión, donde dios y el amor se unen creando una resistencia poética frente a la prosa de la justicia y del pacto social; los movimientos del alma con dios, con el amado, son asociales, y pertenecen a la confusión y a la violencia. No hay nada tan violento como la pasión amorosa, nada tan violento como la fe. El amor no se asienta en valores positivos, sino en un ascetismo laico y turbio que reconstruye nuestra identidad individual y profunda, originaria, frente a los valores positivos de la masa, siempre convencional, siempre general.

Paradójicamente la sociedad actual, heredera de la liberación sexual de los años 70, fundada en los valores positivos de la masa en nombre de la libertad, se ha convertido en una sociedad CONTRA EL AMOR. De hecho, en el seno de una sociedad SEXUAL, lo que se convierte en desafío, ruptura y desobediencia es precisamente EL AMOR, EL DELIRIO, LA LOCURA. Los desórdenes de la pasión amorosa se convierten en un desafío frente a la convención establecida por el sexo liberado desvinculado del espíritu. Esta situación la explica perfectamente Houellebecq en Las Partículas Elementales, donde describe a Manson como una consecuencia natural del hippismo, donde el sexo se desvinculó por completo del amor y quedaron establecidas las bases del liberalismo sexual contemporáneo, es decir la cotización física que regula el determinismo en cuanto a las relaciones NO AFECTIVAS. En 1977 (plena década del sexo liberado), Roland Barthes presenta así sus Fragmentos de un discurso amoroso: "La necesidad de este libro se sustenta en la consideración siguiente: el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un discurso tal vez hablado por miles de personas, pero al que nadie sostiene, está completamente abandonado por los lenguajes circundantes: o ignorado, o despreciado, o escarnecido por ellos, separado no solamente del poder sino también de sus mecanismos (ciencias, conocimientos, artes). Cuando un discurso es de tal modo arrastrado por su propia fuerza en la deriva de lo inactual, deportado fuera de toda gregaridad, no le queda mas que ser el lugar, por exiguo que sea, de una afirmación." Luego, en la dedicatoria, "es pues un enamorado el que habla".

Por tanto, si lo convencional en nuestra sociedad es el sexo liberado, la rebelión llegará desde las cumbres del amor (soy la esclava del señor), desde la poesía de la sombra y el delirio, no desde la prosa de la convención plana y sin aristas, sino del mismo delirio que empuja a Dido al suicidio al ser abandonada por Eneas no sin antes lanzar una maldición para que Eneas muera, el mismo delirio que hace que el joven Werther acabe con su vida justo cuando confirma que Lotte le ama, el mismo delirio que conduce a Hildegarda von Bingen a sus visiones místicas donde dios queda unido a su cabeza por ríos de fuego, el amor ligado a la rebelión en tanto en cuanto desafía el funcionamiento positivo de la sociedad sexual, el amor como motor de trascendencia, de sabiduría y de irreductibilidad, como llama de un alma única, alentada por un ascetismo laico que toma su lenguaje de la devoción religiosa, por ser el amado ÚNICO. En el fondo no existe la libertad en el amor. Recuerdo de nuevo Nostalghia de Tarkovski; la mujer, furiosa, frustrada sexualmente, mostrando sus pechos, le dice al poeta Andrei: "Todos habláis de libertad, pero cuando la tenéis no sabéis que hacer con ella". Así en el amor, en la fe (Andrei transportando una vela de un extremo a otro de la piscina para salvar el mundo, tal y como le ha dicho el loco), solo somos esclavos entregados a otros esclavos.

Pascal Quignard, en su Noche sexual, dice de Maria Magdalena: "atormentada por la vida obstinadamente sexual que había llevado, había dejado de comer, se convirtió en la figura de la melancolía". "La melancolía apareció en el umbral del Paraíso. Fue la primera en llevar la noche a la luz eterna". Eso es el amor como rebelión: llevar la noche a la luz eterna, bilis negra, líquido negro como el agua de la Estigia, la nutrición de la energía originaria que nos impulsa hacia lo sagrado.

De la misma manera que en Tandy (otra de las obras pertenecientes al ciclo de la resurrecciones) se aborda el amor como enfermedad, en la Primera carta de San Pablo el amor deviene en pasión mística, en un objeto sagrado, acoplando perfectamente su discurso obsesivo, fanático e irracional a la poética del mito cristiano, a las palabras de San Pablo. Tanto la enfermedad como lo sagrado desafían la ley, el tiempo, lo racional.

EL CABELLO Y EL DOGMA DE LA RESURRECCION. LAS TRES CARTAS

Los dos asuntos principales de la Primera Carta a los Corintios escrita por Pablo son EL AMOR y EL DOGMA DE LA RESURRECCIÓN. Estos dos asuntos, en los evangelios, quedan unidos por una figura fundamental: María Magdalena, primera persona a la que se le aparece Cristo tras la resurrección. Él aparece bajo la forma de un labrador; ella, ansiosa de abrazar al amado, ha de recibir estas duras palabras de Cristo: "Noli me tangere", no me toques. Empieza el conflicto y la violencia del amor.

Los seis maderos utilizados para fabricar las cruces del Gólgota caen desde el cielo,  disgregados sobre el escenario, en desorden.

Hasta llegar a la aparición de la Magdalena en escena hay tres cartas:

  • la carta de Marta a Thomas de la película Winter Light de Bergman
  • la carta de la Reina del Calvario al Gran Amante, es decir, mi propia carta
  • la carta de San Pablo a los Corintios 13

Las tres cartas se enlazan mediante el siguiente pasaje de San Pablo

"Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios. Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello. Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios."

Intentar entender este pasaje mediante un sentido de la moral establecida sería una estupidez. Es necesario entenderlo desde la locura de dios, o lo que es lo mismo, la locura de amor, el desafío absoluto a la razón.

En la carta de Marta a Tomas, ella habla de unas erupciones en la cabeza, en clara alusión a Job, que provocan la repugnancia del amado (sacerdote), pero que a ella la conducen a un dialogo con lo divino, y a la aceptación del amor como misión.

Después La Reina del Calvario hace suyas las erupciones capilares de Marta y las recomendaciones de San Pablo sobre el uso del velo, y es en este momento en el que se produce la herejía, pues La Reina del Calvario decide raparse la cabeza, y es precisamente la herejía lo que la ayuda a comprender el significado del amor (sin abandonar el sentido de lo sagrado, pues acepta que la cabeza de la mujer sea la cabeza del hombre, y por ello afeita sus cabellos, es un acto herético de identificación total con el amado), que en su discurrir acaba certificando la necesidad del mal para que el bien exista. Y lejos de destruir el dogma, lo confirma y lo reafirma, de la misma manera que el versículo 13 de la carta de San Pablo confirma el vacío de una vida sin amor.

APARICION DE MARIA MAGDALENA

Una vez enlazadas las tres cartas, y habiendo llegado a la conclusión de la necesidad del mal (pecado) para que Cristo pueda morir y resucitar, dicha conclusión es refrendada por un coro de Magdalenas donde el largo cabello que la define en la iconografía clásica es sustituido por una cabeza rapada (que hace referencia a una identificación total con el ser amado, a un deseo de estar mas cerca de dios; más que a un acto de desobediencia, es un acto de autocastigo para darle un sentido al dolor, a la angustia, al silencio del dios, a las palabras de san Pablo, porque la poesía en la Biblia nace de los aspectos literales que nos ponen en contacto con los turbios movimientos del alma), y al mismo tiempo es una prolongación dramática de las tres cartas.

Las mujeres sustituyen el cráneo humano que las acompaña tradicionalmente en su penitencia por un cráneo de ciervo en clara alusión al primer NOLI ME TANGERE, ese que aparecía en los collares que colgaban del cuello de las ciervas de Julio Cesar. Transformamos el noli me tangere cristiano, donde es Cristo el que impone, al noli me tangere romano, donde la propia amada afirma que solo tiene un dueño y nadie mas la puede tocar. Lo cual a su vez es una garantía de la castidad que propone Pablo, castidad que proviene básicamente del amor.

Las magdalenas, pues, rapadas, desnudas, desafiantes a la ley para obedecer al amor, llevando unos cráneos de ciervo, cubiertas más tarde por los metros de terciopelo de la diosa de Corinto —Venus, responsable de los desastres profundos la pasión, de las metamorfosis sagradas y de la tragedia— mediante movimientos simples, sexuales, nocturnos, van componiendo imágenes de adoración.

Las magdalenas hacen su entrada justo en el momento crítico en el que invertimos el misterio de la transubstanciación, convirtiendo el vino en sangre, mediante una extracción real. La sangre se le extrae a un hombre dorado —que juega con una araña, en la película Como en un espejo de Bergman (título que a su vez es una cita de la carta a los corintios) Dios es una araña—, amado o cristo, esta inversión concluye con la aparición de Charles Manson, como gran símbolo de la necesidad del mal para que el bien exista. "Si no peco contra ti no morirás, ni resucitarás, ni vendrás". La propia religión precisa de la existencia del mal para que pueda desarrollarse. "Del primer hombre la desobediencia" es el primer verso del Paraíso Perdido de Milton.

La cantata numero 4, cuyo texto es un discurso de Lutero escrito precisamente para el primer día de Pascua, acompaña la adoración. El amado corta el cabello de una magdalena, la mujer desea que el hombre dorado corte su cabello. Es un acto de locura espiritual, de gloria espiritual, de gloriosa sumisión, de locura de amor. Gracias a la locura de dios, entendemos la locura de amor, o al revés. En cualquier caso es un reto a la razón, a lo comúnmente establecido, nada tiene que ver el amor con la paz, sino con la guerra. "No penséis que vine a traer paz sobre la tierra, no vine a traer paz sino guerra", "El que ame a su padre o a su madre mas que a mi no es digno de mi", dice Jesús en el Evangelio según San Mateo. El retorno al seno oscuro, a la formación de las venas y de los nervios, al misterio, a la "energía originaria". Según la teoría de Empédocles, gracias al amor (o a la atracción) se volvería al caos primigenio, de la misma manera que tras la muerte de  Cristo (sacrificado por amor a los hombres) tembló la tierra. Dante lo refleja en el canto XII del Infierno en el que Virgilio, compañero del poeta, le habla así: "El valle infecto tembló todo en forma / tal, que pensé que el universo amor / sintiese, por lo cual hay quienes creen / en caos trocado el mundo muchas veces".

Enero de 2015, Madrid