Celeste: "El Estado no reconoce la disidencia de género". (EL PAÍS)
Celeste: "El Estado no reconoce la disidencia de género". (EL PAÍS)
Celeste: «Puta fue el primer nombre
de mujer con el que fui bautizada»
La performer canaria publica Regina & Celeste (La Uña Rota), una correspondencia privada con la también artista Regina Fiz Santos donde hablan del proceso de cambio de sexo, el arte, las adicciones, Narcóticos Anónimos, la prostitución, la construcción de género o el deseo.
EL PAÍS S MODA
Cuando Celeste comenzó a bailar se llamaba Mauricio González. “Supuestamente era un varón gay y la gran marica de la clase”. Así comienza a contar su historia quien fuera un reputado bailarín español (miembro del Ballet Nacional de España o el Ballet Royal de Wallonie, entre otros) y en la actualidad, una destacada performer de nuestro país.
La verdad arrolladora que desprende su presencia en escena -o por escrito- habla de su capacidad de superación nadando a contracorriente. Cose con humor las heridas de su vida, cuenta anécdotas desgarradoras de su biografía con la dignidad que otorga la supervivencia y las transforma en arte.
Celeste no oculta el infierno que comenzó a vivir en su adolescencia hasta que descubrió la danza. “En el instituto tuve un año terrorífico. Sufrí abusos descarnados por parte de compañeros e incluso algunos de mis profesores. Y dejé de asistir a clase”. Abandonó el instituto y, mientras trataba de reconstruirse, solo regresaba para examinarse. Un día, pasó por la puerta del Ballet Contemporáneo de Las Palmas, ciudad donde vivía y entró. “Pregunté por las clases de danza y me becaron por ser varón. Eso lo cambió todo. Entré en un mundo que me acogió y me amadrinó”. Tenía 16 años y el ballet le salvó la vida. En pocos años, con el esfuerzo que requiere esta disciplina y un don para la danza, llegó a trabajar en diferentes compañías alrededor del mundo. “Pero me enamoré y perdí el juicio, que no sé si he recuperado…”, dice riendo. “Yo estaba en la Compañía Nacional de Danza. Nacho Duato era el director y me dijo que pidiera una baja por depresión. La pedí, no mandé ni un parte y desde el Ministerio de Cultura me expulsaron por falta de asistencia al trabajo. Fue un despido procedente, por lo que me echaron sin indemnización”. En ese momento ya había entrado en contacto con la performance. “Me interesaban mucho Juan Hidalgo o Esther Ferrer, e hice mi primer solo”. Con riesgo y trabajando desde su verdad, se alejó del ballet más académico y convencional para abrazar la inestabilidad de la vanguardia. Gracias a su pieza Wakefield Poole: visiones y revisiones, en la que comparaba el Lago de los cisnes con la película gay de culto Boys in the sand, obtuvo el Premio de la Crítica de Cataluña en 2015. Y poco después, al tiempo que iniciaba su transición de género de Mauricio a Celeste, comenzó un intercambio de emails con la también performer portuguesa Regina Fiz Santos, recogidos en el libro Regina & Celeste (La Uña Rota). En este epistolario de 620 páginas, que comenzó siendo privado, Celeste describe todas sus dificultades, anhelos y logros sin artificios. “No tenía dinero e iba robando wifis para poder escribir a Regina”, explica. A través de sus páginas, las dos artistas hablan sin tapujos del proceso de cambio de sexo, el arte, las adicciones, Narcóticos Anónimos, la prostitución, la construcción de género o el deseo. Sus vidas sin filtro.
En la primera página comienza diciendo que está recibiendo (eufemismo que utiliza para hablar de la prostitución) en un hotel. ¿Por qué escribe un email para contarlo? Para mí era un momento importante. Una revolución. Estaba comenzando a hormonarme y me di cuenta de que la transexualidad se construía también a través del otro. No eres solamente tú sino cómo te ven. Necesitaba que me reconocieran como mujer cuando estaba empezando el proceso. Y a cada uno que recibía, les pedía que me hicieran una foto. Cuando conocí a Regina en la casa de una galerista en Madrid, sentí la necesidad de escribirle un email para hablarle de ese proyecto fotográfico y que me aconsejara.
¿Sabían de antemano que publicarían su correspondencia? No. Si llego a saber que esos emails van a ser publicados, o que una sola persona más los iba a leer, no los hubiese escrito así jamás. Al cabo de tres años, cuando Regina me dijo que podríamos enseñar nuestros emails a un editor, nos dejamos de escribir. ¿Qué nos íbamos a decir? Para mi era una obsesión. Yo me levantaba, me ponía el café y necesitaba contarle todo lo que hacía, como una memoria y un dar forma a esos años cruciales para mí. Cada vez que escribía a Regina me descarnaba.
En este libro y en sus performances se expone de una manera muy honesta. ¿Nunca ha pensado que le puede herir? Es un acto suicida pero no sé vivir de otra manera. Cuando se publicó Regina & Celeste me dio un ataque de ansiedad. El editor me dijo que un libro donde alguien se expone tanto, puede llevar al autor a un lugar jodido. Y no fui consciente hasta entonces. Respecto a las performances, para mí no hay nada más real que el escenario. Lo que supuestamente es un mundo de fantasía, para mí es la realidad.
En 2018, en la obra Circo de Pulgas de Matarile Teatro entregaba su DNI al público para que vieran su identidad oficial con el nombre y sexo ya cambiados. Sí. Lo hice para que supieran que el Estado español no admite que una persona tenga un nombre femenino habiendo tenido uno masculino, si antes no destruye su partida de nacimiento y le crea una nueva antidata. El Estado no reconoce la disidencia de género. Pero, si nací mujer y me bautizaron Celeste, ¿cómo pudo Celeste estudiar en los Jesuitas o cómo pudieron llamarla para hacer el servicio militar?.
¿Qué se siente sabiendo que alguien ha leído su libro y conoce tantas cosas de usted? No lo quiero pensar. Me han llegado comentarios bellísimos de personas que me han dicho que les ha conmovido. Otros me han dicho que se han excitado con mis cartas. Nadie me ha cuestionado nada sobre la prostitución. Todo lo contrario, la gente lo recibe con mucho respeto.
En libro dice: “Puta fue el primer nombre de mujer con el que fui bautizada”. ¿Es real? Sí. Sucedió exactamente así cuando uno de los tíos con los que me acosté me llamó puta. Y fue la primera vez que recibí un nombre femenino. Todo el libro es muy literal. No hago literatura cuando escribo.
¿Por qué se puso Celeste de nombre? Porque es un nombre de mujer que representa un color de niño. En el s. XVIII a las niñas se las vestía de celeste y a los niños de rosa o blanco. Me gustaba ese doble sentido y que fuera un nombre que no terminaba en a.
En su pieza escénica Wakefiled Poole, por la que ganó el Premio de la Crítica de Cataluña, relacionaba el porno con el ballet ¿Cómo llegó a esta conclusión? Me invitaron a una residencia artística en el Centro Coreográfico de La Gomera y fui con un vídeo de los Ballets Rusos de Montecarlo. En él aparecía la figura de Wakefield Poole, un bailarín que terminó haciendo porno. Su primera película fue Boys in the sand (1971) y, por sugerencia de mi amigo Ricardo Santana, empecé a verla como si fuera un ballet. Encontré tantas analogías que creé mi pieza para hacer ver al espectador que la pornografía puede ser una coreografía y que el ballet es muy pornográfico. Wakefield fue revelador porque pude demostrar lo que yo intuía: que el ballet y el porno tenían formas de representación muy similares.
Paul B. Preciado fue su coach en esa obra. Sí. Le escribí y me dijo que le parecía flipante en lo que me había metido. Si no jamás me hubiera contestado al correo. Vino a verme a Barcelona. Después, yo fui a La Universidad de París 8, donde impartía clase y trabajamos sobre la pieza. Me ayudó mucho con solo esos dos encuentros.
¿Cree que hay actualmente una revolución trans? Absolutamente. Ahora le digo a la gente que hay que poner una trans en cada teatro. Lo digo de coña pero no. Hay un juego de marketing que es inevitable y, por otro lado, necesario: Ponga una trans en su obra. Le irá bien.
¿Envidia a las nuevas generaciones? Y tanto. Hace unos meses, La Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis Canarias me invitó a un encuentro abierto al público de cuatro generaciones trans de mujeres. Estábamos yo, de edad incalculable, una de quince, otra de treinta y pico que no había empezado el proceso pero era calva, con barbita y divina. Y una niña de nueve años con la que lloré de emoción al verla con sus padres. El padre, que era guapísimo, me miraba y me decía: “Celeste, a mí me costó más aceptarlo, pero ahora mi hija es feliz”. Ver a esta niña con 9 años como ella quiere ser me emociona. Venimos muchas detrás para que eso suceda.
En su charla Ballet, pluma y normatividad denunció que hace unos meses, en un teatro en el que actuaba con la compañía Matarile, se dirigieron a usted en masculino. Creo que es importante decirlo públicamente y visibilizarlo porque la transexualidad es una construcción. Yo sé que es paradójico porque muchas mujeres trans piensan que son lo que ellas saben que son y ya está. Pero no es suficiente para mí. No vivo sola y cuando salgo a la calle tengo la necesidad de ser reconocida como mujer. Al principio era bastante complicado. Ahora menos.
Si te has quedado con más ganas de Celeste, en el libro lo da todo junto a Regina Fiz Santos. “Hemos tenido que cambiar nombres propios de personas para no meterlas en un lío”, explica. Además, el día 23 de noviembre se destripará en escena con la obra DAIMON y la jodida lógica de la compañía Matarile Teatro en el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Celeste no ha hecho más que empezar.