Entrevista: "La edición es una forma de combate, de atrevimiento"

20.04.2015

Entrevista: "La edición es una forma de combate, de atrevimiento"

Publicado en LIBROS, INSTRUCCIONES DE USO

Entrevista: La uÑa RoTa, una editorial que poco a poco va arañando lectores

Blog Libros, instrucciones de uso | Lunes, 13 de abril de 2015

La uÑa RoTa es una de esas editoriales que los lectores suelen descubrir como quien no quiere la cosa. Un día entran a una librería y ven una portada que quizás les llama la atención y se dicen, hoy voy a probar con este. O quizá están en una charla de bar, de esas en las que muy ocasionalmente se habla de libros y alguien dice: «Joder, ¿que no conoces a Rodrigo García? ¿Que no conoces a Angélica Lidell? ¿Que no conoces ese Diario de 1926 de Walser? Y así es como los lectores conocen a esa editorial segoviana que se está abriendo hueco desde hace años entre las decenas de miles de títulos que se publican cada temporada. No aparentan ser ambiciosos, o quizá es que entienden la ambición como una carrera de fondo, en la que la confección del catálogo y la coherencia son las que conducen al éxito. Eso, y una buena dosis de suerte, que nunca viene mal. Por eso, ya que nosotros no elegimos sus títulos (algo que ya hacen ellos muy bien), al menos les deseamos toda la suerte del mundo. La merecen.

Charlamos en Segovia con Carlos Rod, coeditor de La uÑa RoTa, con el que descubrimos algunos secretos de la editorial y, sobre todo, pasamos un muy buen rato. Disfrutad de la entrevista tanto como lo hicimos nosotros.

P: ¿Cómo surgió La Uña Rota?

R: Tendríamos que trasladarnos a la Segovia de los años 95 y 96, cuando en la ciudad empezaron a surgir iniciativas culturales, tanto en lo artístico como en lo musical y lo literario. Iniciativas y propuestas de gente muy joven con intereses similares y con ganas de trabajar conjuntamente. Fueron años en los que proliferaron, además, una serie de fanzines y plaquettes como Deuca Tuco, Pavesas, Insumikao (en relación, claro, con ese movimiento contestatario de la insumisión, penado con la cárcel, tan importante en aquellos años, también en Segovia, cuando el servicio militar era obligatorio). Por otro lado, y al mismo tiempo, en 1990 nace la facultad de Publicidad. Dicho así parece una tontería, pero… el contexto es importante. En aquel tiempo había pocas facultades en Segovia. Derecho, Empresariales… y poco más. Y la carrera de Publicidad poco a poco se convierte en un hormiguero de estudiantes con inquietudes. Y bueno, sin tenerlo nada claro, decido matricularme en Publicidad y es allí donde conozco a Miguel Díaz. Y un día decidimos editar un fanzine. Esta pequeña revista casera catalizó la creación de la editorial. Porque al poco de sacar el primer número conocimos a Rodrigo González, que en aquella época había hecho por su cuenta y riesgo otro fanzine muy parecido a nuestro primer número, Fiasco. Y, claro, ante tal coincidencia, decidimos juntarnos, aunar fuerzas y editar uno de forma conjunta. Y enseguida, Arcadio Mardomingo y Mario Pedrazuela empezaron a colaborar regularmente aportando contenidos. Arcadio con fotomontajes y Mario con poemas. Esos fanzines no tenían números, sino nombres distintos. Así, al primer número lo llamamos Fiasco, al segundo Gazapo, al tercero Pingajo y al cuarto Galleta… De tamaño apaisado, 15x10, fotocopiados y grapados a mano, y todos intervenidos y con una sorpresa dentro. Fiasco, por ejemplo, llevaba dos granos de arroz que invitábamos a conservar para una paella del futuro. Y claro, eran gratuitos. O bien los repartíamos a mano o se adquirían en los bares. El plan inicial era hacer cinco números, pero el quinto, a pesar de que lo teníamos casi editado, nunca llegó a publicarse. O tal vez sí…  fue un fanzine fantasma, porque lo que hicimos fue difundir que andaba disponible por ahí. Insistimos tanto que hubo quien nos dijo que lo tenía y que le había gustado mucho. En cualquier caso, la aventura del fanzine la terminamos ahí, con ese quinto número nunca editado. Coincidió con el último año de la carrera.

Una mañana de septiembre de 1996 Rodrigo, Mario, Arcadio y yo nos reunimos para idear la forma de publicar individualmente los textos y las fotografías y los dibujos de algunos de los autores que habitualmente colaboraron en la publicación, y que nos gustaban, como Fito Merchante, Jesús Moncada y Damián, Miguel Ángel de Frutos… Nombres que en el diminuto círculo cultural de Segovia de aquella época empezaban a sonar. Y fue así como, tras poner cada uno 5000 pesetas, mandamos a imprenta el primer título: El saludo del francotirador partiendo la noche, de Fito Marchante. 500 ejemplares. Precio: 100 pesetas (¡menos de un euro!). Y poco después, Escritos higénicos (desde el psiquiátrico), de Jesús Moncada. Y así, muy poco a poco, título a título, hasta ahora.

P: Creemos que sois una editorial particular, como vuestros orígenes, ¿cómo de particular es vuestro trato con los autores?

R: El trato con los autores siempre ha sido muy peculiar. Por ejemplo, con el tiempo, conocimos a Rodrigo García gracias a un taller de dramaturgia que impartía en Casa de América. Habíamos ido a al teatro a ver varias de sus obras. Y cuando cayó en nuestras manos Borges, no dudamos en publicarlo. Además, Borges lo habíamos visto representado por Juan Loriente, pintado de azul, las orejas puntiagudas y con una manzana en la mano, en el Anfiteatro de La Casa de América dentro de un ciclo dedicado al célebre escritor argentino. En ese ciclo, entre otros muchos autores, también participaba Juan Mayorga. Y bueno, de todo aquello, aparte de lo enorme que estuvo Juan Loriente, lo mejor fue la cara de María Kodama viendo Borges de Rodrigo García. No había espectador que no la mirara de reojo. Allí quieta, perpleja… 

En fin. La publicación de Borges, de alguna forma, nos dio cierta repercusión, pero ya sabéis, todo muy underground. Teníamos también publicado en el catálogo a otro autor, un tal Samuel Beckett (risas). Uno de esos autores cuya obra, uno piensa, está íntegramente traducida al castellano. Pero resulta que no. Que empiezas a rascar y a leer y descubres que hay textos sueltos que no están incluidos en ningún libro. Textos interesantes y claves en su trayectoria. Y de esa experiencia de búsqueda, surge esa otra parte fundamental, esa que consiste en mirar entre los resquicios, en olfatear, indagar, extraviarse…

P: Pero también tenéis buena parte de traducciones...

R: Se puede decir que parte de lo que es la editorial se debe en gran medida a los traductores con los que trabajamos. Traductores y sin embargo también amigos, que diría nuestro amigo Miguel Martínez-Lage. Y Lage fue crucial en nuestra trayectoria. Siempre lo decimos. Miguel, por su parte, nos presentó a un amigo suyo, también traductor, Juan de Sola, un traductor de nuestra edad, que ya conocíamos por varios de sus libros traducidos, y que nos encantaba, y que por entonces, hablo del año 2005, traducía libros de Robert Walser para Siruela. Juan se convirtió también en una pieza importante de este rompecabezas que es la editorial. Porque nosotros a editar hemos aprendido editando.

P: ¿Cuál diríais que fue el momento en el cual os dijisteis: «Bueno, esto ya va en serio»?

Sin duda, Cenizas escogidas, de Rodrigo García. Fue un libro que nos exigió ponernos las pilas, ensanchar miras, invertir tiempo y dinero. Para nosotros, se trataba de publicar por primera vez un libro grande, grueso, y, sobre todo, nos exigía una forma de distribución distinta. De repente nos dimos cuenta de que ya no era válida la distribución que hacíamos hasta entonces, que llevábamos a cabo nosotros mismos.

P: Los textos de La Uña Rota son bastante heterogéneos, y queríamos saber cómo se define la línea editorial, porque vemos que abarcan estilos diversos, aunque parece que existe una vocación experimental en ellos.

R: Podría decirse que nuestras colecciones, Libros inútiles, Libros robados y Libros del apuntador, no están basadas en géneros literarios: de historia, de poesía, de novela, de teatro… En la colección Libros del apuntador, por ejemplo, reunimos libros de narrativa (Nota del autor, de Conrad), de ensayo (La nada y las tinieblas, de Fridegiso de Tours y Tomás Pollán), de memorias (Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado), de poesía (la de Thomas Bernhard) y de teatro (Play Strindberg, de Dürrenmatt), una colección que dirige la punta del dedo, la mirada, hacia textos inéditos en castellano que nos parecen interesantes.

En cuanto a lo experimental… bueno, ¿de qué hablamos cuando decimos «experimental»? Si son textos que tienen una vocación indagadora, que exploran territorios menos transitados y más arriesgados… Entonces, tal vez. Pero creo que lo experimental se refiere a otros ámbitos, a meros ejercicios de estilo. Personalmente cada vez me gusta menos decir «nuevo» o «distinto», términos tan publicitarios y mercantilas, y por lo común tan ligados habitualmente a lo experimental. Términos que suenan a hueco. Quizás Inquieto de Kenneth Goldsmith tiene un toque experimental, pero de alguna forma en ese libro, a mi juicio un gran libro, el propio experimento niega el experimento, ¿no?

P: Una parte importante de vuestro catálogo pertenece al mundo del teatro. Leyendo hace poco unas encuestas vimos que, de los libros que se leían, solo el 1 % correspondía a textos teatrales y seguramente clásicos. ¿Cómo surge entonces la idea loca, porque es una idea loca, de publicar teatro, y además teatro contemporáneo?

R: En mi opinión, pero esta es solo mi opinión, un editor no debería mirar los índices de lectura porque se puede deprimir (risas). Pero sobre todo, un editor no debería fijarse solo en lo que parece que es lo que más se lee. Si se dejara llevar por esas encuestas que mencionáis, entonces publicaría lo dominante, lo que parece que el lector demanda. Y digo «parece» porque el lector, es, somos, una caja de sorpresas.  Me interesa el editor que, de alguna forma, revela lo que está oculto. Y cultiva una tendencia (¿qué palabra más horrible, ¿verdad, «tendencia»), digamos mejor un signo, o mejor, una corriente que andaba subterránea, invisible. El editor que se empeña en generar debate con cada libro que publica y que cuestiona el discurso dominante y lo que se considera literatura y lo que no. El editor, a fin de cuentas, que cree firmemente en un tipo de texto, con un discurso determinado, y encuentra el modo de hacerlo llegar a sus lectores, porque sabe que los tiene. Y poco a poco se las arregla para reunir a esos lectores en torno a ese libro. Solo así editaríamos desde un «nosotras y nosotros», y al mismo tiempo hacia una comunidad.

Cuando en 2009 publicamos Cenizas escogidas, de Rodrigo García a menudo nos decían que un libro así, tan ambicioso, y encima de teatro, no iba a ningún lado. Que el teatro no se vendía. Que a los libreros no les interesa el teatro. Pues mira, el libro va por la tercera edición. Por no hablar de Juan Mayorga, de Angélica Liddell… Creo que con la publicación de este libro de Rodrigo, ganamos en credibilidad y en confianza. Un libro que empezó a generar una comunidad de lectores.

P: En que no hay que mirar los índices de lectura estamos de acuerdo, pero, ¿y lo índices de venta?

R: Ahora tenemos acceso a esos índices de ventas porque nos los proporciona la distribuidora. Obviamente hay que tenerlos en cuenta. Cómo ignorar algo así. Tal vez lo interesante sea analizar esa tensión que se produce entre lo que se publica y lo que se vende, y hacer que esa tensión acabe siendo productiva. Creo que es necesario replantearse, repensar, cada vez que decidimos publicar cierto libro, dónde estamos, hacia dónde vamos… Cómo dialoga ese título con el resto de títulos del catálogo y con los que están por venir. Creo que el buen lector percibe también eso. Digamos que al editor le conviene replantearse con cada libro, de alguna forma, qué significa «editar». Para qué editas y para quién. 

Desde luego, es bonito publicar lo que nos gusta, lo que pensamos que debería estar en las librerías; pero por otro, no podemos perder de vista que vivimos en un sistema donde prima el capital. No hay duda de que, para subsistir, como empresa, dependemos del capital. Este es un sistema que se rige por los dictados del mercado. Los dictados o la dictadura del mercado. La cuestión es: qué lugar ocupas frente al mercado. De ahí la importancia de conectar con los lectores. De ser coherente al tiempo que arriesgas, que apuestas, que incluso te equivocas… De hacerlos cómplices de tu aventura. Tal vez por eso mismo, está bien ser un poco estrábico, es decir, tener un ojo puesto en los índices de venta y el otro mirando hacia otro lado, hacia los márgenes, allí donde crecen esas hierbas tan raras, donde no es habitual mirar. Es decir, buscar ese equilibrio entre lo que te gusta y lo que se vende. Y aún así, aun sabiendo que cierto libro, que tienes entre ceja y ceja, que quieres publicar sí o sí, no se va a vender mucho, vas y lo publicas. Como es el caso de Alegato contra la novela histórica, de Manzoni, que prologó muy generosamente Isaac Rosa, o más recientemente, Inquieto, admirablemente traducido por Carlos Bueno Vera. Un libro con un grado de opacidad y resistencia considerables, que exige otra forma de lectura. Un libro que sabíamos que, por desgracia, no contaría con más de 500 lectores. Y así todo, pensamos que es un signo, un modo de entender la literatura que se hace aquí y ahora, y que por tanto es necesario traducirlo y publicarlo.

P: Habéis publicado con mucho éxito textos de Rodrigo García, de Angélica Liddell y de Juan Mayorga. ¿Os ha costado mucho convencerles de que este era un proyecto en el que debían embarcarse o simplemente por el hecho de que alguien quisiese publicar sus textos ya aceptaron sin reparos?

R: Supongo que todos estaremos de acuerdo en que una editorial no es ni más ni menos que los títulos que publica. Ahí está su razón de ser y su ideología. Pero sí, es cierto, no solo eso. También el cuidado y esmero con el que la editorial maqueta y diseña los libros junto a su capacidad de difundirlos. Porque un catálogo sin distribución… Se podría decir, que a partir de esta evidencia, el editor propone, sí, pero es el autor o la autora quien dispone, quien decide si quiere embarcarse en tu proyecto. Por nuestro lado, claro, intentamos hacerle ver que esta es la editorial idónea. Que nuestro compromiso es defender al máximo sus textos y hacerlos llegar en las mejores condiciones posibles a los lectores. Porque bien pensado, ¿y si no fuera el editor quien descubra al autor, como suele decirse, y fuera al revés? Es decir, ¿y si es el autor quien en realidad descubre al editor?

P: ¿Qué relación tenéis con los libreros?

R: Vamos habitualmente a librerías. Y no solo como editores, también como lectores. Compramos libros. Intentamos estar al día de lo que se publica en castellano. Cada vez que visitamos una ciudad, una parte del tiempo la dedicamos a visitar librerías. A hablar con libreros. Durante varios años he sido librero y soy consciente de lo duro –y lo importante– que es mantener viva una librería. Tenemos pendiente hacer una gira por librerías de toda España. Están surgiendo librerías muy interesantes por todo el país y estamos deseando visitarlas, conocer en persona a los libreros. Libreros y editores somos cómplices y necesitamos conversar con frecuencia y trabajar conjuntamente y que, en nuestro caso, necesitamos que entiendan nuestro modelo, un modelo, por ejemplo, que defiende publicar pocos libros al año.

P: Hemos hablado antes de la decisión de publicar teatro, que ya de por sí parece algo arriesgado. Otro aspecto que a nosotros nos encanta, pero que quizás también es arriesgado, es el de salir a las librerías sin un diseño de cubiertas definido. ¿De dónde surge esa idea? Y, ¿no creéis que eso en cierta medida también dificulta la visibilidad en las librerías?

R: Digamos que hemos sido incapaces de crear un diseño editorial (risas). Eso sí, lo intentamos. Por ejemplo, la colección Libros del apuntador nació con La vieja canción, de Robert Pinget y Samuel Beckett. El primer libro traducido que publicábamos. Hicimos un diseño muy concreto, pensado para aplicar a los próximos títulos de esa colección, pero enseguida caímos en la cuenta de que ese diseño se parecía mucho al de una editorial que acababa de nacer en Argentina, Adriana Hidalgo, así que desistimos. Luego Arcadio, autor de muchas de las cubiertas de la editorial, intentó hacer un nuevo diseño, pero llegó un momento en que dijimos: «¿Vamos a hacer todos de la misma manera? ¿Con un mismo diseño de cubierta? Vaya aburrimiento» (risas). Además, por entonces, allá por 2001-2002, publicábamos solo uno, dos tres o libros al año. Y creímos entender que cada libro pedía su propio diseño. No uno estereotipado. De hecho, lo pasábamos bien imaginando con Arcadio el diseño de cubierta. A veces sufríamos, porque no siempre dábamos con la clave a la primera, pero al cabo era divertido. Y al mismo tiempo empezamos a colaborar con ilustradores. Javier Roz es uno de ellos. Varios títulos llevan en la portada sus dibujos. A Juan Genovés, sin conocerlo de nada, decidimos escribirle para que ilustrara Medidas variables, de Pilar Campos, y cuál fue nuestra sorpresa cuando no sólo contestó, sino que en el sobre había incluido una lámina con dibujos. Y luego conocimos a Ramon Sanmiquel, a Eduardo Jiwnani, a Daniel Montero, a Borondo, a Sophie Jodoin, entre otros. Cada uno puso su grano de arena. El estilo de la editorial también es el suyo. Y todos se complementan. Una vez más es el propio contenido del libro el que sugiere el diseño de cubierta que necesita.

P: Esta es una curiosidad que tenemos, ¿cómo disteis con el texto de El aumento de Perec?

R: Pues es una historia bonita que demuestra cómo un «no» puede abrir otros caminos. La historia la contamos sucintamente en una nota dentro el libro. A Pablo Moíño le encargamos traducir una obra de teatro, por llamarla de alguna forma, tratándose de Perec nada es lo que parece, que nos había hecho reír mucho, El aumento, y que no estaba publicada en España. El caso es que el libro nos pedía algo más, y hablando con Pablo Moíño, sin duda uno de los mayores expertos en OULIPO de este país, nos planteamos buscar textos de OULIPO que acompañaran a la obra. Textos principalmente teóricos. Conferencias y artículos que tuvieran que ver con lo que Perec entendía por OULIPO. Comenzamos a leer decenas de textos que tenía publicados en Francia, e hicimos una selección. Cuando se lo comunicamos a la agencia que ya nos había vendido los derechos de El aumento, nos dijeron que tenian que consultárselo a la sobrina, que es la que tiene los derechos. Pero para nuestra sorpresa la sobrina dijo que no quería asociar a Georges Perec con el OULIPO. Que prefería desligarlo de ese movimiento… Suena raro, porque decir Perec es decir al mismo tiempo OULIPO, pero… Así que no nos autorizó a publicar este libro tal como lo habíamos planteado con los artículos de Perec. Y todo esto después de leer y venga a leer durante meses y luego mano a mano con Pablo a seleccionar e hilar bien los textos entre sí, porque Pablo es muy meticuloso y atento.

Claro, nos quedamos un poco chafados, pero de pronto, Pablo nos dijo que, en uno de esos artículos, Perec mencionaba un texto que se llamaba El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento, y que no parecía estar publicado en libro, ni siquiera en Francia. Que lo había publicado una revista de educación en los años sesenta. Así que nos pusimos a investigar y a buscar ese número de la revista en bibliotecas de París. La respuesta siempre fue negativa. Ni rastro de esa revista. Hasta que Pablo encontró la solución. La más obvia. Bastaría con acudir a la sede de la asociación de Perec, que cuenta con una biblioteca donde están todos los libros de Perec, todo su universo. Así es que le pedimos a Fabian, un amigo que vivía en París, que se acercara e indagara en ese extraño lugar, perquequiano al cien por cien, situado en un sótano de una Universidad (según nos dijo Fabian, ni siquiera el conserje de esa Universidad sabía de la existencia de esa Asociación), y que solo abre un par de horas un día a la semana, los jueves. Y eureka, encontró la revista. Fotocopió el relato de Perec y nos lo envió. El texto, que estaba ilustrado, nos encantó, y preguntamos por los derechos, pero la editorial y la sobrina, aunque suene inverosímil, nos dijeron que no tenían conocimiento de ese texto, así es que, ¿cómo iban a vender los derechos de un texto que no conocían? Claro, nosotros les dijimos que existía, y les dimos «las instrucciones de uso». A las pocas semanas nos contestaron que ese texto era de primer orden y nos querían cobrar un dineral. Hablamos con Eduardo Melón, el agente que lleva los derechos desde aquí, y bueno, conseguimos que, a pesar de ponernos algunas condiciones, nos cobrasen un precio justo.

P: Esta es una pregunta que siempre hacemos y que casi ningún editor termina respondiendo, pero seguimos insistiendo. Si tuvieses todo el dinero del mundo y pudieses incorporar a algún autor a La uÑa RoTa. ¿Quiénes serían ese autor o autores?

R: Uf. Por mi parte, y creo que mis compañeros estarían de acuerdo, editaría las obras completas, una edición crítica, de Samuel Beckett, incluidas sus cartas, que se están publicando tomo a tomo y concienzudamente en Inglaterra. Encargaríamos traducir de nuevo la mayoría de sus textos. Beckett es un escritor serio, pero también tenía humor. Ambas cosas no están reñidas. Tanto es así, que no se  puede entender la obra de Beckett si le quitas el humor. Este era un proyecto, bueno, más que un proyecto, un sueño que compartíamos con Miguel Martínez-Lage, un beckettiano como pocos, la persona idónea para llevar a cabo esta empresa tan ambiciosa. Y claro, si tuviese todo el dinero del mundo, incorporaría más autores, a ser posible contemporáneos…

P: ¿Cómo veis la situación actual de la edición desde vuestro punto de vista de editorial pequeña y creéis que habéis salido más reforzados de la crisis que los grandes grupos?

R: No generalizaría. Está claro que hay que tener un modelo de negocio y adaptarlo a tu proyecto, esto es fundamental. Como hemos hablado antes, es importante saber en todo momento dónde estás y hacia dónde vas. Esto parece una obviedad para a veces se olvida. Y sobre el mundo editorial y la crisis, yo no sé si llamarlo crisis o más bien crisis de la imaginación. Esto que voy a decir quizás pueda parecer una exageración y se malinterprete, pero creo que el mundo editorial está convulsionado, en el sentido de que ahora mismo los pies son de barro. Y mientras, la burbuja editorial crece y crece. En España hay mucha oferta y poca demanda. Hay muchos títulos, demasiados títulos. ¿Hace falta publicar tantos títulos? Publicando más de la cuenta corremos el riesgo de convertirnos en gestores y poco más. Gestores de títulos. Y por otro lado, apenas hay crítica. El papel de la crítica es cada vez menos relevante. Y nos hace falta una crítica solvente. Y a los editores también nos hace falta autocrítica. Me gusta pensar que la edición es una forma de combate, de atrevimiento.

P: ¿Cuáles son los planes futuros de La uÑa RoTa?

R: Este semestre vamos a publicar cuatro libros. Es la primera vez que  vamos a publicar de seguido a tres autores de la casa: Angélica Liddell, Rodrigo García y Anatole Broyard.

De Angélica, publicamos en enero-febrero Ciclo de las resurreccionesBarullo (un libro dodecafónico), de Rodrigo García, acaba de llegar a las librerías, un libro importante porque recoge las obras que ha estrenado desde 2009, con la excepción de Protegedme de lo que deseo, de 1997, un magnífico texto que estaba perdido y recuperamos para esta edición. Y en mayo, Anatole Broyard, que es el autor de Ebrio de enfermedad, y del que vamos a publicar Cuando Kafka hacía furor, sus memorias del Greenwich Village neoyorquino de finales de los años cuarenta. Traducido por Catalina Martínez Muñoz. Gran traductora. Se trata de una genuina historia de iniciación sentimental y sexual. Cuando daba la sensación de que, recién terminada la segunda guerra mundial, todo estaba por hacer. Y vaya que si estaba. Con el tiempo en ese barrio germinó el expresionismo abstracto, la generación Beat, el pop art y Andy Warhol, más tarde la Velvet Underground. Allí convivían escritores, pintores, filósofos... En los primeros capítulos de Madmen se aprecia algo de todo esto. En esa época nació lo «hipster», nada que ver, por cierto, con lo que hoy se entiende por «hipster». En el libro precisamente incluimos un artículo de Broyard titulado «Retrato del hipster», publicado en una revista en 1948, donde aclara esta confusión al tiempo que escribe la esquela de esta figura. Y por último, publicaremos una pequeña sorpresa, que guarda relación con el OULIPO actual, el que aún sigue vivo y coleando. Ya lo desvelaremos. Por cierto, ¿cuánto tiempo llevamos hablando? Tengo hambre…