"Soy una inútil, ahora sólo sé escribir". Entrevista a Ángela Segovia en El Mundo

13.11.2018

"Soy una inútil, ahora sólo sé escribir". Entrevista a Ángela Segovia en El Mundo

Publicado en EL MUNDO
ISMAEL MARINERO | Madrid

 

Su cuarto libro, Amor divino, llega estos días a las librerías

En 2017 recibió el Premio Nacional de Poesía Joven por La curva se volvió barricada.

ORIGEN. Nació y creció en Las Navas del Marqués (Ávila), hasta que se mudó a Madrid para estudiar Publicidad. PROFESIÓN. Poeta a tiempo completo. ÚLTIMO TRABAJO. Acaba de publicar Amor divino, poemario dividido en tres movimientos que se engarzan como capítulos de una novela.

 

«Recuerdo aquel primer contacto con Lorca y con Neruda como si me hubiera pasado algo en la cabeza», dice y ríe, con una timidez que ella prefiere llamar fragilidad, una escritora que lleva la poesía entre ceja y ceja desde que tenía 13 años. Ángela Segovia, ganadora del Premio Nacional de Poesía Joven en 2017 por La curva se volvió barricada, habla de sus orígenes literarios como quien amasa pan, la profesión de sus padres en un pequeño pueblo de Ávila. «Siempre había tenido una relación especial con las palabras, algo que no sabía muy bien cómo verbalizar. Tenía, por ejemplo, una sensación placentera al pronunciar una palabra o pensar en ella. Y me di cuenta de que quizá ahí, en la poesía, estaba la clave de mi vínculo especial con el lenguaje».

¿De qué vive un poeta? De las palabras, claro, pero a la hora de sobrevivir en este mundo tan prosaico es una pregunta que ella se planteó una y otra vez mientras llevaba su vocación en secreto. «Las primeras muestras que hice de aquello no tuvieron mucho éxito. Presenté un poema en el colegio y el profesor pensó que me pasaba algo raro. Además, decirle a tus padres con 17 o 18 años que quieres dedicarte a la poesía implicaba cierta angustia».

Y ahí llegó, al rescate, el V Premio de Poesía Félix Grande a su primer poemario, ¿Te duele?. «Como había un reconocimiento externo de por medio, fue más fácil comunicarlo. Yo no sabía cómo hacer entender a la gente que me rodeaba que aquello era lo que más me importaba, que no era una afición o un gusto pasajero». Ya no había secretismo posible.

Desde entonces, ya instalada en Madrid, Ángela Segovia ha ido construyendo una obra de singularísima voz, una búsqueda permanente entre lo extraño y lo sensual. Algo que se ha materializado en el que es su cuarto libro, Amor divino, que llega estos días a librerías como Swinton & Grant, donde tiene lugar esta entrevista. Decimos libro pero se trata más bien de un Objeto Literario No Identificado, que aborda (o desborda) géneros tan dispares como el western, la novela de caballería o la ciencia ficción.

«Quise distanciarme de los poemas sentimentales que escribía al principio. Después de muchos años investigando, pensando en la literatura y el lenguaje, intentando dibujar una lírica que no cayera en el tópico de lo confesional, me di cuenta de que la sentimentalidad podía ser un tema interesante tratado desde otra perspectiva». Con Roberto Bolaño como brújula y 'La divina comedia' de Dante como guía, el resultado es, según la editorial, «un juego de ecos y pistas que el relato va dejando sueltos a lo largo de este poemario-río».

Volvemos a la pregunta inicial, que vuelve una y otra vez a la conversación como si no quisiera marcharse. ¿De qué vive un poeta? «He trabajado como profesora, de vez en cuando imparto talleres, también he sido recepcionista... pero he tenido la suerte, por ejemplo, de pasar dos años becada en la Residencia de Estudiantes». Gracias a becas y galardones, Segovia se considera una privilegiada, porque ve incompatible una dedicación como la suya a la literatura y un trabajo de 9 de la mañana a 8 de la tarde.

«Cuando empecé podía imaginarme haciendo otras cosas, pero según pasa el tiempo cada vez estoy más implicada con mi trabajo de escritura, más obsesionada. Soy una inútil, ahora sólo sé escribir». La parte más difícil para ella, la que todavía le cuesta asimilar, es «hacer entrevistas, ir a festivales, participar en lecturas y recitales... A veces incluso me hace sufrir, ahora estoy aprendiendo a relacionarme con eso de una manera más natural. Forma parte de mi trabajo».

En todo esto, Madrid ha jugado un papel crucial. Aquí conoció a otras voces de su generación, gente que la animó a seguir su vocación y lugares en los que disfrutar de la soledad del escritor. «Para Amor divino fue muy importante el Retiro. Daba largos paseos por las zonas menos turísticas, pensando en cómo encajar las piezas». Sabe que a veces es difícil compaginar supervivencia con la escritura, pero «como decía Bolaño, este es un trabajo condenado a la derrota. Es una dedicación absurdamente entregada al vacío». Y, aún así, merece la pena.