Adelanto del nuevo libro de Rodrigo García / 1

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Anexo II

 

Evel Knievel se prepara filosofando a solas ante un más que probable encuentro con Lisias en Brasil

 

Me inclino ante la piedra oculta entre la maleza, ella no ha sido revelada más que por el sol y la lluvia. Ningún ser humano la vio, la nombró, la manchó. Qué cantidad de objetos sucios, irreconocibles, profanados. Un dedo de mi mano roto, luego otro y así los diez, luego los de los pies, los veinte dedos morados, rotos, negros, inflamados de tanto andar, de apretar, de escapar. Me agito como amasijo espectral. Un saco de piel portador de huesos hechos fosfatina arrastrado por arrebatos de pasión.

Cada vez que diga quiero, me lo recriminaré, he de decir ya está hecho, ya lo padecí, gocé, olvidé. Una exaltación del ya pasó.

La maldición de los sentimientos. Hoy, uno de agosto, acabé –fríamente por supuesto– con ellos.

He de evitar que mi voz envejezca, mi voz debe mantener mi cuerpo erguido como esos muñecos para inflar.

Un concurso de belleza de almas, donde solo se pueden inscribir almas. ¿Cómo sería el trofeo, qué forma tendría?

Lo que bien empieza, mal acaba. Ahora que lo sabes, ignóralo para poder disfrutar de los buenos momentos que salen a tu encuentro en el camino.

Perdí la pasión por voluntad propia cuando me impuse dejar de ser grotesco.

Una sensación de felicidad o algo parecido. Esta tarde, entre el cansancio y la somnolencia, fui atacado por estallidos de paz, detonaciones mozartianas y el aire se llenó de burbujas translúcidas.

Rechacé el contacto con personas tristes porque no quería tener competencia, pegar a mi tristeza otras melancolías sería un repetición grosera.

Un coro de girasoles.

Una mosca come un dulce donde un gracioso puso cocaína. En su imaginación ahora ella es una triunfadora, revolotea en la Bolsa de París y choca las veces que haga falta contra una ventana cerrada.

Qué sensación agridulce con las palabras, a veces están en mi contra, si empleo correctamente las palabras no necesitaré metáforas, si empleo correctamente las palabras no necesitaré comer ni beber agua, si atino en la descripción con humildad y tomándome mi tiempo, el trabajo estará hecho; cuánto le deben las cosas al sonido, al ser nombradas en sus múltiples nombres, lenguas y velocidades.

Reemplazo de un jarrón feo por uno lindo, de una lámpara fea por una linda, etcétera, pasa igual con las personas.

Feos, si tenéis trabajo, estad alerta. Al primer descuido intentarán contratar a uno lindo para reemplazaros.

El ser humano fue creado para moverse ofendiendo y recibiendo ofensas, un pasatiempo anodino.