Rodrigo García: «Si el ser humano es un animal con lenguaje, cuanto más se cuide, mejor será la sociedad»

Rodrigo García: «Si el ser humano es un animal con lenguaje, cuanto más se cuide, mejor será la sociedad»

Viajamos a Girona-Salt, al festival Temporada Alta, para ver Daisy, la nueva obra de Rodrigo García, con los actores Gonzalo Cunill y Juan Loriente.

Tras reeditar este mismo año Cenizas escogidas, aprovechamos también para trabajar en su próximo libro, que recogerá los últimos textos, desde Muerte y reencarnación en un Cowboy hasta la más reciente (Daisy), pasando por piezas cortas, ahora dispersas, que ha ido estrenando en radios de Francia o Alemania, además de alguna conferencia como la que tuvo lugar en Lille sobre la censura.  

Y ¿de qué va Daisy? Sin ánimo de desvelar nada, transcribimos la única acotación -por llamarla de alguna manera- que hay en el texto, donde se avisa: «En esta monumental obra aparece cada noche el filósofo Gottfried Leibniz para explicar un montón de cosas a la perrita Daisy, como el texto no indica. También hay rituales de la masonería de la cucaracha, hay danzas con perros, caracoles, tortugas y cucarachas vivas, hay bailes con centollos y un cuarteto de cuerdas interpreta a Bethoven y hay mucho, mucho más, todo no indicado en el texto».

El pasado jueves 21, Justo Barranco lo entrevistó para La Vanguardia a propósito del estreno de Daisy: «Cuando hacemos arte, queremos provocar envidia de libertad. Las obras que más me han ayudado como espectador y ciudadano son las que más he detestado, porque se tomaban libertades para mí inimaginables, me hacían sentir envidia y repensar mi cotidiano».

[Las fotografías son de ©Christian Barthelot]

Me da pánico el pensamiento uniforme

21 nov. 2013, La Vanguardia, por Justo Barranco

«Las obras que más me han ayudado se tomaban libertades para mí inimaginables»

Rodrigo García (Buenos Aires, 1964) abre hoy en el teatro de Salt la Semana de Creación Contemporánea del festival Temporada Alta. El fundador de La Carnicería Teatro, afincado en España desde los ochenta, creador de obras tan físicas –a veces brutales–, corrosivas, provocadoras y críticas con la sociedad de consumo como Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba o Arrojad mis cenizas sobre Disney, regresa con su última pieza.

El director de teatro Rodrigo García

Daisy, protagonizada por Gonzalo Cunill y Juan Loriente y producida por la Scène Nationale de Annecy y el Festival de Ginebra. Una obra que la crítica francesa ha alabado y de la que, hecho inusual, García accede a hablar.

¿Qué funciones tiene para usted socialmente el teatro?

Uno puede fantasear que el teatro puede hacer esto o aquello… pero al final es una comunicación individual, depende de la capacidad de recepción de cada individuo. El público es una entelequia, en cambio el individuo es una realidad. Es ignoto, no podemos saber nada de cada persona. Con mi equipo hacemos poesía para cada individuo que viene al teatro. A unos les servirá de algo, a otros les resbalará.

¿Qué significa para usted?

Hago creaciones para embarullar todavía más lo que me desconcierta de la sociedad que me ha tocado como lugar o parque humano donde sobrevivir. Me da pánico el pensamiento uniforme. La palabra pánico está bien empleada, no es una exageración, porque del pensamiento uniforme surgieron los totalitarismos y millones de muertos. Cuando hacemos arte, queremos provocar envidia de libertad. Las obras que más me han ayudado como espectador y ciudadano son las que más he detestado, porque se tomaban libertades para mí inimaginables, me hacían sentir envidia y repensar mi cotidiano.

La crítica habla de Daisy como una de sus piezas más sombrías. ¿Es el signo de los tiempos o sólo el suyo?

Cuando haces algo sombrío quiere decir que tienes esperanza en el ser humano. Cada película de Bergman la veo como un torrente de optimismo; quien retrata a un ser perdido y desesperado lo hace porque quiere para su personaje un final mejor, y si el personaje ha de morir, morirá para que otros no tropiecen con la misma piedra.

¿De qué habla Daisy?

Daisy son cucarachas, es Juan Loriente, es una tortuga, es Gonzalo Cunill, es una película rodada con niños una noche en un bosque… también son cuartetos de Beethoven interpretados en directo… ¿De qué habla? Un 70% se escucha y se ve en escena si viene al teatro, y la obra completa, más amplia, está en el libro que se vende en el hall. Creo que vale 5 euros. ¡Nada!

Langostas, pollitos, cucarachas, tortugas… ¿Qué papel tienen los animales en sus obras?

Son relevantes para los que centran en ellos su atención. Tal vez por infrecuentes, porque no es normal ver en el teatro otros seres vivos que no sean actores, y ya es difícil ver en el teatro actores como seres vivos, sabemos que el teatro es una maquinaria que tritura a la persona a favor del personaje, que nos aleja de la verdad y nos ofrece estereotipos que insultan nuestra inteligencia.

La contundencia de la fondue saboyarda influye en los sueños en Daisy. ¿Tan manipulables somos?

Usé la metáfora de la comida como base de los sueños para reírme un poco del psicoanálisis, no sin cierta admiración: Freud es un grande de la literatura fantástica, Borges decía eso de la Biblia.

¿Su teatro es una crítica a la sociedad de consumo?

Si viviese en el siglo V a.C. o en el XIII d.C. siempre encontraría algo de insatisfacción y de congoja. La insatisfacción es el motor del ser humano, más allá de su época. Intento ser lo menos actual que puedo, pero a veces hay que hablar de asuntos puntuales de una época para llegar a una conclusión general, a la poesía.

En Daisy se habla de cierta muerte del lenguaje, sustituido por lo fácilmente digerible, lo rápido, lo útil. ¿Está en peligro?

Si el ser humano es un animal con lenguaje, cuanto más se cuide, mejor será la sociedad. Si vivimos en el peor momento del lenguaje es porque la palabra pasó de los filósofos y de los campesinos a los políticos y a las celebrities. Ellos crearon una manera de llenar el tiempo y el espacio con palabras que no pretenden buscar la verdad. El lenguaje de los políticos es majadero y enrevesado, son gente con pocos estudios o que leyeron mal lo que leyeron. De adolescentes les tocó Quevedo cuando Quevedo no era para adolescentes, y de adultos no tuvieron tiempo de releerlo. Hablo de un sistema educativo pervertido y perverso, sedado. Luego aprenden el lenguaje del éxito personal, es decir: atentan contra

lo solidario. Cada cual por su lado. Sálvese quien pueda. Eso aprende su hijo en el colegio.

¿Ha pensado en dedicarse a la literatura sin necesidad de llevar a escena las palabras?

Tengo la papelera a reventar de pelotitas hechas de folios DIN A4, todo por culpa de El hombre sin atributos; uno lee Musil y se le quitan las ganas de tramar un libro. Además, me molesta tanto cuando un actor se aprende de memoria un texto para decirlo en escena, es algo tan artificial y a veces deprimente, que siempre intento solucionar este problema sin llegar a buen puerto, de ahí que lleve 25 años en el asunto del teatro.

¿Le resulta fácil que le produzcan en España? Y, ¿no es una contradicción criticar el capitalismo y que le coproduzca Ginebra?

No me avergüenza decirle que produzco mis obras con facilidad. Y me avergüenza decirle que no puedo hacerlo en España, salvo excepciones muy raras. Hice más de 25 piezas en España autofinanciadas desde el 1987 y recibiendo ridículas ayudas estatales que eran plomos que te daban para que te hundieras de una vez por todas, mientras las caras de siempre –cada vez más arrugadas– se llevaban el dinero para hacer un teatro conservador. Me he encontrado toda la vida con animales sentados del otro lado de la mesa, animales que tenían un despacho en el Ministerio de Cultura y en la Comunidad de Madrid. ¿Contradicción producir en Berlín, Ginebra, París? ¿Es una contradicción que usted cobre un sueldo por su trabajo? Mi equipo y yo vamos y producimos donde nos quieren y nos dan los medios.