Rumbo a las librerías

Rumbo a las librerías

«Gracias a Conrad, la literatura inglesa ha ahondado en su conocimiento de la vida humana, como no lo había hecho con ningún novelista británico contemporáneo. […] Por la anchura de miras, el "sentido cósmico" del lugar que ocupa el hombre en la naturaleza, el irrenunciable sarcasmo con que concibe el drama humano, por la sutileza, la ironía y la generosidad de espíritu, el temperamento creador de Conrad insufló una fuerza desconocida y ajena hasta entonces a las letras inglesas», escribe Garnett en el ensayo que cierra Nota del autor, de Conrad. En la imagen lo vemos absorto, o tal vez sólo esté posando (o lo que es igual, aguantando el tipo) ante la cámara de Lucia Moholy (1894-1989), la conocida fotógrafa checa de la Bauhaus, que tomó esta foto en 1936, un año antes del fallecimiento de Garnett.  

Edward Garnett, by Lucia Moholy, 1936.jpg

Ya lo hemos dicho: Nota del autor reúne los prólogos que Conrad escribió a sus obras con motivo de la edición de sus obras completas en Inglaterra a partir de 1917. Pero como señaló otro escritor británico, Graham Greene, la presente edición conmemora por igual a Edward Garnett y a Joseph Conrad:

«Es un homenaje al más grande lector de entre todos los editores, al hombre entre bastidores a quien debemos las obras de Conrad. Es sospechoso el editor que reclama el descubrimiento de un autor: es el autor quien suele descubrir al editor, y el cometido de éste se reduce a pagar a un hombre de confianza para que reconozca el mérito cuando le llega por paquete postal. Pero tenemos el propio testimonio de Conrad diciendo que de no haber sido por el aliento, medido con tacto, de Edward Garnett, podría no haber escrito nunca otro libro después de La locura de Almayer, y uno sospecha que fue Garnett quien organizó la opinión crítica de tal manera que Conrad tuviese el respaldo de sus iguales durante los años de indiferencia del público».

«Los prefacios de Conrad –sigue Greene– no son como los de Henry James, una complicada reconstrucción de objetivos técnicos. No son prólogos a los que los novelistas recurrirán con tanta frecuencia como los lectores: tratan de la vida como del arte, de las palabras o de las acciones que por una razón u otra han sido excluidas de las novelas: Almayer, que de repente se pone a hablar en el desayuno sobre el ambiguo Willems, de una expedición río arriba con unos árabes: “Una cosa es cierta, si encuentra allí algo valioso lo envenenarán como a un perro”».

En cuanto al propio Garnett nada podría ser más esclarecedor que nota biográfica que le dedicó su hijo, el escritor David Garnett, y que de alguna forma, enlace con el anterior entrada a este blog, dedicada a la educación: Según cuenta este, Edward Garnett fue educado por padres que mezclaban la «responsabilidad victoriana con las opiniones completamente liberales. Los niños eran indisciplinados y totalmente anárquicos. Sólo cuando manifestaban cosas como mundanidad o egoísmo sorprendían y sobresaltaban a sus padres».

Tarde o temprano... más.