prensa
- Paisajes Eléctricos (02.06.2013)
- El Cultural (04.06.2013)
- El Adelantado de Segovia (27.06.2013)
- Divertinajes (08.05.2013)
- El boomeran(g) (09.07.2013)
- Jot Down (07.10.2013)
- La Nueva España (17.10.2013)
- Détour. Cuaderno de apuntes (30.10.2013)
- Babelia, El País (14.11.2013)
- La Opinión de Málaga (25.11.2013)
- El Librófago y Cultura Impopular (20.12.2013)
- Libros del año, Babelia (01.01.2014)
- El Matí Digital (09.01.2014)
- Revista Cultural Turia, por Manuel Arranz (07.04.2014)
- Album (12.05.2014)
Diario de 1926
- Traducción: Juan de Sola
- Dibujos: Eduardo Jiwnani
Presentamos, por primera vez en castellano, uno de los relatos más inquietantes, delicados e inclasificables de Robert Walser, autor encomiado por Thomas Bernhard y Walter Benjamin, Kafka, Canetti, y Coetzee, gracias a títulos que le han convertido en clásicos indiscutibles del siglo XX como las novelas Los hermanos Tanner y Jacob von Gunten, además de otras prosas breves.
«Hoy he dado un agradable paseíto, breve, mínimo y sin alejarme demasiado, he entrado en una tienda de comestibles y he visto en su interior a una agradable muchachita, de estatura igualmente mínima y porte y actitud visiblemente modestos. En el curso del paseo he reflexionado brevemente acerca de las palabras con las que iba a iniciar el trabajo que empiezo a escribir en este preciso instante y cuya redacción me tendrá ocupado probablemente una veintena de días. Durante este espacio de tiempo, pues, seré bastante aplicado, aunque no dejaré de concederme de tarde en tarde alguna pausa, con lo que vengo a decir que el presente "diario" no va a fatigarme en exceso. Naturalmente, podría haber dicho "dietario" en lugar de "diario"».
Escrito originalmente a lápiz, cuando vivía en Berna, en el reverso de las hojas de un calendario de 1926, este falso diario –«de una extensión razonable»–, es una amena, exquisita y elegante digresión en torno a la vanidad y al vacío, ese vacío que acaso es todo lo que se pueda decir a propósito de la vida misma.
Con fina ironía y con una prosa, digamos, en forma de espiral, Walser pasa continuamente de un argumento a otro, mezcla situaciones, asiente al tiempo que niega y afirma a la vez que desmiente. Así y todo, en Diario de 1926 hay un hilo conductor que viene representado por la figura de una mujer, llamada Erna, a la que el narrador ha enviado una carta y un librito de poemas. Los numerosos personajes que entran y salen de esta historia parecen figuras casi privados de gravedad, seres fluctuantes que existen solo en la imaginación o en el papel e increíblemente similares a esos otros personajes que entran y salen de esa otra historia que es la vida real o irreal de cualquiera de nosotros.
«Encuentro, por ejemplo –nos dice–, que la escritura corre pareja a la vida; se entrevera con ella». Como si la vida, en efecto, no fuera otra cosa que un caos inmenso y la escritura, un forma de ordenarla en vano.
Walser pasó este borrador a limpio con la clara intención de publicarlo. Fue en balde. Un año después ingresó por su propio pie en sanatorio para sumirse definitivamente en el silencio. Un silencio que ha hecho correr ríos de tinta hasta hoy.