«Esta mañana, al levantarme, encontré rotas las gafas normales y tuve que ponerme las de nadar. Elegí una corbata a juego —las gafas son intensamente azules— y, tras asegurarme de que no había nadie en el pasillo, salí de casa. En el ascensor coincidí con el presidente de la comunidad, el cual no manifestó sorpresa al verme. A la luz de la calle me di cuenta de que él llevaba puestas unas aletas carmesíes, pero conseguí mirar hacia otro lado. Pronto le saqué una buena ventaja, porque él caminaba con difcultad.